domingo, 28 de octubre de 2018

IMPUESTOS






Bill Brandt, vía Art Blart blog.




El problema de que haya gobierno en España es que empiezan a subir los impuestos. Los medios a su servicio exaltan las ventajas para la salud de las tasas sobre el alcohol, el tabaco y las bebidas azucaradas, pero callarán cuando próximamente graven el gasóleo. Y todo para mantener el gasto político, que no público, es decir, las redes clientelares de los partidos que nos parasitan con legiones de diputados y concejales de obediencia debida al jefe que los pone en las listas, cargos a dedo, y empresas y organismos públicos. Sólo con el gasto que supone las duplicidades de administraciones públicas se cubriría el déficit de lo que se llama la hucha de las pensiones. Pero tocar a la clase política y a sus acólitos, jamás. Es la esencia de la partidocracia que nos engaña y nos desangra, sin que les importe un pito la gente. 

Todo es consecuencia de la ausencia del principio de representación, el diputado no representa a los votantes, ni se siente vinculado a ellos, sino al lidercillo de cada partido que lo pone allí, y al que obedece por mandato imperativo -cosa por otra parte prohibida por la constitución de 1978-. El diputado, pues, no representa a los electores de su distrito, sino a los intereses particulares de un clase política sólo atenta a sus intereses personales, y a la conservación del poder, mientras vende al pueblo que estamos en una democracia. Falsa democracia, sino partidocracia sin separación de poderes, ni principio de representación, y, por lo tanto, abocada a la corrupción como factor determinante de gobierno.

domingo, 21 de octubre de 2018

ESCRITORES Y PARTIDOCRACIA




Hace ya casi 60 años de la muerte de Albert Camus. Modelo de escritor comprometido, y hombre de izquierdas, como él mismo se llamaba, "a pesar de ella y de mí mismo" siempre quiso mantener su independencia intelectual, lo que le acarreó violentos ataques por parte de la intelligentsia de la época, encabezada por Jean-Paul Sartre, de obediencia debida a los dictados de la U.R.S.S., a la que Camus llamaba "horrible sociedad intelectual" en un discurso que todavía produce un nudo en la garganta cuando se lo escucha en boca de su autor:

"Yo sé, en todo caso, solitario o no, hacer mi oficio, y si lo encuentro a veces duro, es porque se ejerce en esta horrible sociedad intelectual en la que vivimos, donde se hace un punto de honor de la deslealtad, donde los reflejos han sustituido a la reflexión, donde se piensa a golpes de slogan, y donde la maldad intenta hacerse pasar demasiado a menudo por inteligencia. Yo no soy de esos amantes de la libertad que quieren adornarla de cadenas redobladas, ni de esos servidores de la justicia que piensan que se sirve bien a la justicia, cuando se entrega varias generaciones a la injusticia. Vivo como puedo, en un país desdichado, rico en su pueblo y su juventud, provisionalmente pobre en sus élites, lanzado a la búsqueda de un orden y de un renacimiento en el que creo. Sin libertad verdadera ni un cierto honor yo no puedo vivir. Ésta es la idea que me hago de mi oficio".

Camus muere en 1960, cuando los Estados de partidos que surgen de la 2ª Guerra Mundial se están consolidando bajo el manto excusador de la Guerra Fría, y cuando él podía alzar su voz, llena de autoridad moral, contra ese mundo intelectual y literario que tomaba sectariamente un claro partido político. Su pensamiento, empero, estaba destinado al fracaso, pues la ingenuidad de su pretensión de sustituir la política por la moral suponía que Montesquieu, entre otros, no había pasado a su lado.

En la Europa de nuestros días, y más concretamente en un país como España, estos apasionamientos y estas muestras de dignidad y honor parecen cosa de otro planeta. El mundo literario es más bien un mundillo donde sobrenadan ambiciones y soberbias aisladas, que pretenden no ver el mar de indiferencia que les rodea hasta más allá del horizonte. El escritor tipo no tiene, y lo que es peor, no quiere tener un peso como referente intelectual y moral en esa "búsqueda de un orden y de un renacimiento" en el que sí creían artistas como Camus. No hay escritores, pues, que participen siquiera en esta farsa de política que es el Estado de partidos, ni la degradación moral y política de la sociedad española tras la Transacción del 78 es objeto de sus creaciones (algunos, empero, pretenden presentar sus obras como una crónica de esta época, aunque no hagan más que memorias privadas); la partidocracia sostiene así una hegemonía cultural tan férrea a través de sus medios de comunicación de masas castradores y ocultadores de cualquier brote de reflexión intelectual o creación artística, que el escritor, que no siente ni concibe la necesidad de esa "libertad verdadera y un cierto honor", vegeta en su solipsismo a la sombra de un poder al que no suele criticar más que bajo retratos costumbristas y difusos, sólo atento a las presentaciones de sus obras, a la recepción de éstas entre sus amigos del oficio, a poder entrar en la corrupta rueda de los premios literarios como premiado y jurado y viceversa, y atento, en fin, a mantener su precario e ilusorio status mediante el endiosamiento y la envidia preventiva.

COMUNICADO DE LA COMISIÓN EJECUTIVA DEL MCRC: REANUDACIÓN DE EMISIONES.




Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional
Estimados asociados,
Os escribimos para comunicaros que, tras realizar unos necesarios ajustes técnicos, el próximo lunes 8 de octubre volverán a ponerse en marcha las emisiones del MCRC en nuestros canales de youtube (Libertad Constituyente TV) e ivoox (Radio Libertad Constituyente), además de en otras plataformas como Facebook, Spreaker y Periscope.
De este modo, inauguramos una nueva temporada para continuar con la difusión de nuestras ideas, legadas por don Antonio García-Trevijano, y que, siendo siempre necesarias, se hacen imprescindibles en los tiempos que corren.
Invitamos a todos los asociados a que se suscriban a los canales mencionados y compartan las transmisiones por las redes sociales.
LEALTAD, VERDAD Y LIBERTAD.

lunes, 1 de octubre de 2018

DOLENCIAS INCOMPRENDIDAS





En uno de sus numerosos autorretratos, el artista alemán Walter Gramatté (1897-1929), se presenta como la viva imagen de la desolación. Bajo su gorra de combatiente de la I Guerra Mundial, sus pupilas taladran al espectador comunicándole una avasalladora tristeza, desde un rostro demacrado cuyos ojos resaltan bajo unas cejas enarcadas de dolor, y dentro de los trazos rojos magistrales que los enmarcan, y bajan por sus mejillas como surcos ardientes de un llanto inextinguido.

Las dolencias psíquicas a veces no encuentran tan fácil compasión (en su sentido etimológico, compatior, "sufro con"), y comprensión. En España el 30% de las consultas médicas tienen que ver con problemas psíquicos; sin embargo, los médicos suelen agotar todas las pruebas orgánicas hasta derivar al paciente a un psiquiatra. Socialmente, por otra parte, este tipo de enfermedades sufre aún de incomprensión. El enfermo de depresión o ansiedad resulta en ocasiones extravagante para su propia familia o pareja. No se cree que lo que se padece sea algo realmente grave, sino una rareza inquietante que no debe excusarle de soportar todas las presiones que haga falta en su entorno laboral o familiar. Son "agobios que le dan", "manías", "comeduras de coco". Así, por ejemplo, el paciente de ansiedad, cuyo umbral de resistencia a las situaciones estresantes es inferior al del individuo considerado normal (la normalidad que criticaba Erich Fromm), y que debe, por tanto, recibir medicación, no será tan preguntado por su salud como si, pongamos por caso, padeciera de gota.

Ciertamente, en algunos sectores laborales estas dolencias están contempladas como enfermedad profesional, y, por lo tanto, susceptibles de baja. No obstante, todo este entorno esperará que el enfermo reincorporado al trabajo vuelva como si nada, como si fuera una máquina reparada y reluciente, y no una persona al que este tipo de males no dejen huellas, pues muchos no dejan de ser crónicos, y sólo se pueden mitigar.

Consecuentemente, muchos pacientes tenderán a considerar su enfermedad como una debilidad vergonzante, digna de ser ocultada como una venérea, como el participante en las votaciones de la partidocracia oculta vergonzosamente a los encuestadores o dentro de una cabina en el colegio electoral su dejación de responsabilidad política en forma de papeleta, pues en su fuero interno no deja de ser consciente de que no está eligiendo realmente nada, y que si vota es porque cree que es un deber -ilusorio- participar en el mantenimiento de la mentira, de la que espera, iluso, obtener, no obstante, algún beneficio indefinido.