Elizaveta Ignatovich [Art Blart blog]
Luis Escribano señala que " Los partidos han generado un grave problema con el empleo público temporal, y las maquiavélicas soluciones que plantean darán pie a numerosas reclamaciones de opositores, estatutarios, funcionarios y laborales fijos, que podrán acabar en millonarias indemnizaciones que pagaremos todos los españoles, como es habitual en esta partidocracia" y concluye así que "en caso de ganarse las reclamaciones patrimoniales, el coste a pagar por las Administraciones Públicas debería ser repercutido, según la ley, en el patrimonio personal de las autoridades y funcionarios responsables. Sin embargo, este deber legal, que se conozca, no ha sido ejercido por ninguna Administración Pública, porque ya saben que perro no come perro. ¿Se imaginan a un cargo político del PSOE, PP, VOX, IU, Podemos, Ciudadanos, etcétera, exigiendo directamente la responsabilidad patrimonial personal a otros cargos de su propio partido? Con esta partidocracia, les aseguro que no lo verán en ninguna Administración Pública."
Exmiembros del Tribunal Constitucional, tribunal político al servicio de los partidos que lo elige, hablan de reforma del llamado Estado de las Autonomías, pero en el sentido de profundizar en él y, por tanto, en la disgregación del sujeto constituyente, bienquista a este órgano constitucionario. Apelan a una "lealtad federal" que delata el proyecto del régimen partidocrático de blindar, como se dice ahora, el cacicato autonómico cubriéndolo de ropajes federales -imposibles de toda imposibilidad pues los estados federales supone la existencia de estados previos que eligen libremente federarse-. Pero qué puede importar la razón y la ley a unos estómagos agradecidos que piensan que pueden sobrevivir a la ruina de la nación política y de sus compatriotas.
Sobre el postsanchismo se pronuncia Ignacio Ruiz Quintano: "Al españolejo se le vende que “muerto Sánchez, se acabó la rabia”, y luego vendrán los ayes. Pues no son Sánchez,ni Mariano ni Zetapé ni Aznarín ni Gonzalón ni Leopoldo (“marmolillo peatonal”, para Guerra) ni Suárez ni Arias… Es el sistema, es decir, el sindicato de poder de lo que en buena literatura política se conoce por “oligarquías inverecundas” cuyo factor de gobierno es el consenso político (reparto, corrupción) en el Estado de Partidos, ese Imperio del Bien (Muray) en el que el vicio es la virtud, la mentira la verdad, el mal el bien, el valor la cobardía, la estulticia sabiduría… Ni derecha ni izquierda: centro. No te metas en política (conflicto), que de ella se ocupan los que saben. –La derecha y la izquierda –dice Negro– han convergido en el consenso político: la conspiración de los partidos consensuados contra las libertades en lugar del partido único de los regímenes totalitarios. Es el comunismo por arriba. El consenso, dicho por Muray, ha desplazado al comunismo “porque por fin lo ha realizado”. El consenso político es una nomenklatura tecnocrática economicista semejante a la soviética, que consagra, según Negro, las distopías de Huxley y Orwell como los mejores manuales de teoría del Estado o del Gobierno."
Refiriéndose al gobierno actual, Luis Riestra se pregunta: "¿Pero de dónde salen estos individuos? Pues del sistema electoral de esta partitocracia, como hemos explicado aquí tantas veces, una aberración política que cada día que pase degenerará más. La mejor demostración de eso tal vez sea la que da en un video, que debe verse aunque el personaje es bastante "aburrido", un diputado compañero de escaño del mismo Garzón. En él explica la desconexión total entre ciudadanos y unos diputados que simplemente hacen lo que les dice el órgano director del partido, que vayan Ustedes a saber para quién trabajan, pues algunos parecen a sueldo de Marruecos u otros gobiernos aficionados a repartir sobres. Ante esto siempre aparece alguno que dice "disfruten lo votado", como si en una partitocracia votar sirviera de algo (salvo para legitimarla), y si no, pregúntenles a los votantes del PP en Baleares o Galicia."
Sobre la auténtica naturaleza del voto en blanco se expresa Ignacio Ruiz Quintano: "El TC declaró inconstitucionales los confinamientos consensuados por socialistas y populares, por lo que populares y socialistas, en lugar de entregar sus actas e ingresar voluntariamente en un Centro de Rehabilitación Democrática, resolvieron cambiar de TC, y en la votación para “legitimar” el chalaneo la diputada popular Doña Cayetana Álvarez de Toledo Peralta-Ramos, que, al revés que Barras, habla bien y vota mal, votó… “en blanco”. El voto en blanco no es el chaleco blanco de Robespierre ni el desaparecido derecho de resistencia del pueblo (¡hasta aquí lo mucho de tonto y lo poco de soberano que es el pueblo!); significa, simplemente, que aceptas el sistema, pero que, entre un haz de heno y otro haz de heno, no sabes con cuál quedarte, como le pasó al asno de Buridán. Pero los partidejos se rigen por la ley de hierro de la oligarquía estudiada por Michels en la socialdemocracia alemana (y puesta a prueba –con éxito, con lo cual se silenció– por Bujarin en el comunismo soviético). Esa ley se resume en que los intereses que representan los partidejos son los que convienen a sus jefes, y el jefe del PP ha incoado a su diputada rebelde un expediente disciplinario por desobedecer el mandato imperativo expresamente prohibido por la Constitución, circunstancia que en su día ya tuvo en cuenta Margarita Robles, nuestra jurista más alta, para sacudirse una multa de su partido por votar contra Rajoy cuando el mandato era la abstención, y a este chamarileo llaman nuestros Hamilton “democracia representativa”. En el Estado de Partidos, un Estado dentro del Estado, los partidos son a la vez “órganos del Estado, legisladores y representantes de sí mismos bajo el pretexto de integrar (nunca ‘representar’) a las masas en el Estado”.
Estas declaraciones de la vicepresidenta Díaz de que advirtió al resto del gobierno de la gravedad de la pandemia antes del 8-M y no fue escuchada deben enmarcarse en la campaña electoral permanente que realizan los jefes de partidos del régimen. Estas puñaladas a sus coyunturales socios de gobierno -PSOE y PODEMOS- son de una gran torpeza, pues también la señalan a ella misma, ya que debió haber dimitido o denunciado públicamente el altísimo riesgo de contagio que significaron acciones estandarte de la izquierda indefinida como el 8-M, así como otros actos colectivos que se permitieron esas infaustas fechas (lo que demuestra que a ella tampoco le importaba mucho la salud pública). Pero quizás sea demasiado pedir que se añada inteligencia al torpe tacticismo de la clase política en su lucha por asegurarse parcelas de poder del Estado.