viernes, 16 de agosto de 2024

ESTADO-NACIÓN Y SOBERANÍA EN RUSIA Y OCCIDENTE

 



Emmanuel Todd recuerda el planteamiento de John Mearsheimer, profesor de geopolítica en la Universidad de Chicago una semana apenas después del inicio de la guerra, el 3 de marzo de 2022: Rusia había anunciado mucho tiempo atrás que no toleraría que Ucrania ingresara en la OTAN, cosa que ya se estaba produciendo de facto. Lo único que ha hecho Rusia es materializar su advertencia. La única sorpresa es la sorpresa occidental (C'est au fond notre surprise qui était surprenante [p. 21]). Mearsheimer añadía que Rusia ganaría la guerra porque se trataba para ellos de una question existentielle.

Reprocha, no obstante, Todd al analista norteamericano su incomprensión hacia las motivaciones del campo occidental, de modo que ambos contendientes se acusan de locura criminal.

Explica Todd que Mearsheimer y Putin comparten la misma visión elemental de un mundo formado por Estados-naciones, caracterizados, según Weber, por el monopolio de la violencia, y por la soberanía, particularmente en el caso ruso, que no acepta ingerencias extranjeras en su política interior y exterior -es un modelo evidentemente muy distinto, podemos decir, al de las partidocracias occidentales, cuya casta dirigente obedece sumisamente a las consignas de la UE-OTAN a cambio de inyecciones monetarias para sostener las emisiones de deuda, y promesas de enriquecimiento personal o de proyección política internacional-.

Sin embargo, tanto el profesor norteamericano como el presidente ruso yerran, según Todd, al interpretar la situación en Occidente, pues no son capaces de ver que en él el Estado-nación no existe ya (à L'Ouest, l'État-nation n'existe plus [p. 25]).

A partir de esta tesis intentará el autor francés explicar el comportamiento de los occidentales.

Desde Aristóteles se afirma que un Estado-nación necesita como argamasa unas clases medias fuertes. La destrucción de estas clases medias en EUA -afirma el autor- ha venido acompañada de la destrucción de una cultura nacional compartida por las masas y las clases dirigentes. Así nos encontramos "ante un imperio privado de centro y de proyecto, un organismo esencialmente militar dirigido por un grupo sin cultura (en el sentido antropológico del término), que no tiene ya como valores fundamentales más que el poder y la violencia" (p. 28). Es decir, el retrato de una sociedad polarizada, dividida entre una masa cada vez más empobrecida y una "plutocracia depredadora" (p. 30)

Tal situación descrita lleva a Emmanuel Todd a hablar de un "Estado postimperial", que ha perdido la moral social y el sentimiento colectivo que era en su caso de origen religioso protestante, y que se lanza a una política de expansión exterior, mientras su base industrial se contrae.

De otra parte, la solidaridad, que nace de la unión de un grupo frente a un tercero que se percibe como enemigo, y que había servido para fortalecer el sentimiento nacional universalmente, no vale ya en el llamado Occidente, porque la imperialista soberbia ideológica de éste (que le hace concebirse como un "jardín"), impide considerar la existencia del otro, al que naturalmente debe asimilarse. "En cambio, la fuerza de Rusia radica en pensar en términos de soberanía y de equivalencia de las naciones: teniendo en cuenta la existencia de fuerzas hostiles, puede asegurarse su cohesión social" (p. 35).


miércoles, 7 de agosto de 2024

LAS DIEZ SORPRESAS DE LA GUERRA DE UCRANIA

 



Comenzamos aquí una serie de entradas basadas en el análisis de la obra del antropólogo, historiador y ensayista francés Emmanuel Todd La défaite de l'Occident (Gallimard, 2024), que quedará como una de las referencias para entender la época actual en el futuro (si es que queda algo de eso tras esta calma chicha nuclear)


Principia Todd su obra (que leemos aquí en la edición francesa, cuya traducción en español ya es accesible -La derrota de Occidente, Akal-) recordando el discurso de Vladimir Putin del 24 de febrero de 2022 en el que anunciaba la entrada de las tropas de la Federación rusa en Ucrania, como una respuesta a la actitud expansiva hacia el este de la OTAN desde 1991: la entrada de Ucrania en esta organización militar (supuestamente de defensa cuando tuvo alguna razón de ser) era una "línea roja" que había sido traspasada a pesar de las repetidas advertencias rusas, y muy marcada en la mentalidad del país eslavo por el recuerdo de lo ocurrido en 1941.

Este discurso perfectamente claro -según Todd-, habría merecido al menos un debate en el llamado Occidente. La ausencia de tal "ha deshonrado la democracia occidental: total en dos países, Francia y Reino Unido, relativa en Alemania y Estados Unidos" (p. 14).

Pero como todas las guerras, ésta ha aportado una serie de sorpresas, de las que Todd enumera diez:

1ª) La irrupción de una verdadera guerra entre dos Estados en Europa, un continente que parecía prometido a la paz perpetua (kantiana).

2ª) Los contendientes: Rusia y Estados Unidos, en una guerra por interposición en la que no se derrama sangre norteamericana sino ucraniana. Sorprendentes en la medida en que el enemigo de consenso de éstos desde hacía más de una década era China.

3ª) La resistencia militar de Ucrania, sorpresa generalizada por ser éste, para "occidentales" y rusos, un "estado fallido", marcado por la corrupción y la emigración masiva.

4ª) La resistencia económica de Rusia a las sanciones. Señala Todd que las oligarquías económico-políticas occidentales no han sido conscientes de que "los rusos se habían adaptado a las sanciones de 2014 -la fecha del golpe del EuroMaidán, acompañado de los falsos acuerdos posteriores de Minsk perpetrados para ir armando a Ucrania- y preparado a ser autónomos en el sector informático y bancario" (p. 16). La moderna Rusia actual está, pues, muy lejos de la parodia estalinista que nos ofrece la propaganda occidental en sus unívocos medios.

5ª) "El hundimiento de toda voluntad europea". La UE ha abandonado todo propósito de defender sus propios intereses, cortando toda relación con su socio energético y comercial ruso, sancionándose ella misma con particular dureza. Signo de esta sumisión es para Todd la nula reacción de Alemania ante el sabotaje del gasoducto Nord Stream, que aseguraba en parte su suministro energético, "un acto terrorista dirigido contra ella tanto como contra Rusia, perpetrado por su "protector" norteamericano" (p. 16).

6ª) La afirmación del Reino Unido como "la mosca cojonera de la OTAN" (p. 17), más belicista que los propios neoconservadores norteamericanos.

7ª) Esta fiebre belicosa ha afectado a otros países como Noruega, Dinamarca, Finlandia y Suecia, que, tras un largo período de neutralidad, muestran un renovado interés por la guerra.

8ª) La más sorprendente de todas para Todd es la siguiente: La insuficiencia de la industria militar norteamericana para asegurar el aprovisionamiento de cualquier tipo de material a su protegido ucraniano, lo que -según el autor- hace saltar el valor del PIB como valor de referencia de la potencia de las naciones en nuestra economía política.

9ª) La soledad ideológica de Occidente, y su ignorancia al respecto, pues, tras esperar que el resto del planeta compartiera su posición hacia Rusia, y "pasado el primer choc de la guerra, se ha visto aparecer un poco por doquiera un apoyo cada vez menos discreto a Rusia" (p. 18), como es el caso de India, India, Turquia, Arabia Saudita, y el conjunto del mundo musulmán.

10ª) La décima, que está en curso de materializarse, es la derrota de Occidente, fruto de un proceso de autodestrucción más que de la potencia rusa, incapaz, aunque lo quisiera, de dominar el planeta. "Una crisis occidental y más específicamente norteamericana, terminal, pone en peligro el equilibrio del planeta. Sus olas más periféricas han ido a chochar contra una mole de resistencia rusa, sobre un Estado-nación clásico y conservador" (p. 20)

Tal proceso autodestructivo será explicado por Todd en las siguientes páginas.