sábado, 26 de octubre de 2024

LA AUSENCIA DE LIBERTAD POLÍTICA EN LA UNIÓN EUROPEA

 


Últimamente pienso que no me gustaría vivir para ver la Tercera Guerra Mundial, a la que sin duda no sobreviviría. A mediados de los años 60 del siglo XX, cuando nací, la Segunda Guerra Mundial no quedaba tan lejana en el tiempo, y muchos de los tebeos, películas, enciclopedias, y libros que leí en mi infancia y primera juventud versaban sobre esa gran conflagración. Luego, en los años 80 ciertas películas y canciones me hicieron tomar conciencia del peligro mortal para la Humanidad que representaría una guerra nuclear iniciada entre los dos bloques de poder entonces existentes.

Ahora, mientras buscamos cómo divertirnos, olvidándonos de una vida diaria cada vez más cara y siniestra, el parlamento europeo (ése donde el PP y el PSOE votan lo mismo al 87%) ha aprobado nuevas partidas millonarias para Ucrania y el uso de armas occidentales de largo alcance contra territorio ruso (ahora que los UEA están de campaña electoral). El presidente de la Duma rusa recordó entonces que uno de sus misiles podría alcanzar la sede en Estrasburgo de tal institución corrupta y oligárquica (eso lo digo yo) en unos tres minutos. Es evidente que se ha perdido el miedo a la disuasión nuclear y nos encontramos en una situación peor a la de la de los crisis de los misiles de Cuba, por culpa de una oligarquía a la que no le importaría tirarnos a todos por la borda, para proteger sus privilegios.

Esto tal vez no sería posible si dicha UE fuera una organización democrática, es decir, formada por verdaderos representantes elegidos por los electores. Todo lo contrario: el parlamento europeo, cuyos miembros son elegidos por el sistema partidocrático proporcional de listas de partido de obediencia debida al aparato de éste, no tienen realmente un poder legislativo -el de promulgar y aprobar leyes-, que presuntamente comparte con el Consejo Europeo (a cuyos miembros llegan casi sin variar una coma los proyectos elaborados por la cuarentena de Agencias que orbitan en torno al Leviatán UEropeista), ya que la verdadera iniciativa legislativa corresponde a la Comisión Europea, formada por políticos propuestos por los distintos gobiernos. (Así hemos visto recientemente a Teresa Ribera, tan antinuclear en España, proponer un plan de desarrollo nuclear en UEropa como nueva comisaria).

Tenemos, de tal suerte, una institución hiperburocratizada que arropa y promueve lo más podrido de las corruptas partidocracias del continente, y cuyo objetivo principal, aparte de la autopromoción, es el de servir a los intereses económico-belicistas de los EUA, de las grandes corporaciones transnacionales angloamericanas, y también al beneficio de terceros países, como Marruecos, y otros lobbies maletinescos. Todo eso, de forma evidente, en perjuicio de países comunitarios como el nuestro, España.

La lucha por una democracia representativa (elección de diputado uninominal de distrito sin listas de partido y separación de poderes) no puede ser cosa de un solo país, sino que implica la necesaria demolición de la actual estructura oligárquica de la UE, que nos carga de impuestos y regulaciones, pretende controlar nuestra vida y dinero mediante el futuro euro digital, eliminar la libertad de expresión acusando a la disidencia de "desinformacion" y creando delitos de opinión que llama "delitos de odio"; que nos atiborra de su ideología obligatoria, destruye nuestra agricultura, nos dice lo que tenemos que comer y cómo vivir en una deriva dictatorial que sin duda podría inspirar a un nuevo Orwell.

Nada de esto puede iniciarse sin habituarse de nuevo a decir 'no': No a la guerra, no a la corrupción, no a las imposiciones de los burócratas sociópatas UEropeistas, nueva cacocracia parasitaria, no al adoctrinamiento de los grandes medios de comunicación y de la escuela, no a los objetivos de desarrollo insostenible; no, en suma, a todas las mentiras que quieren convertirnos en esclavos, aún más agradecidos si cabe, del régimen que nos estrangula y nos empobrece, para pedirnos luego el voto con el que mantienen su modo de vida, mientras nos ofrecen, a cambio, una piadosa eutanasia, cuando no podamos llegar hasta la urna.


domingo, 15 de septiembre de 2024

POR QUÉ EL "RESTO DEL MUNDO" HA ELEGIDO A RUSIA

 



Tal es el título del capítulo 11 (Pourquoi le reste du monde a choisi la Russie) de La défaite de L'Occident de Emmanuel Todd. Señala el autor el hecho sorprendente para él de que, desde el comienzo de la crisis de Ucrania, Occidente, tanto en su rama norteamericana como europea, sigue considerándose aún el centro del mundo, o mejor aún, que lo representa en su totalidad, y a cuyos valores el resto del mundo estaría rendido de admiración.

Parece, según Todd, que desde la caída del muro de Berlín, Occidente se hubiera aferrado a una mirada narcisista de autocomplacencia. No obstante, después de la Gran Recesión de 2007-2008, y del traspiés de la globalización que Occidente desencadenó -buscando con la deslocalización convertir a la población del "Resto" en un proletariado generalizado-, dice Todd, "el narcisismo occidental, y la obcecación que produce, se ha convertido en una de las ventajas estratégicas principales de Rusia (op. cit. p. 305)".

Así, sólo han condenado con añadido de sanciones económicas a Rusia los EUA, la UE, y algunos pocos países satélites (que no representan más que el 12% de la población mundial), siendo sorprendente la gran cantidad de países que ni siquiera condenaron formalmente la acción militar del país eslavo. Un efecto colateral de la guerra (que debía aislar a Rusia) ha sido, incluso, el aumento del número de países adscritos a los Brics.

Todd intenta, pues, dar una visión más realista del mundo, explicando porqué ese "Resto del mundo", expresión que proviene de la anglosfera para designar al no-Occidente (The West against the Rest), no ha apoyado a Occidente, sino que ha deseado la victoria de Rusia, y, tras constatar que ésta ha aguantado la riada de sanciones, ponerse poco a poco de su lado. La realidad del mundo es, para el ensayista francés, el doble antagonismo, económico y antropológico, que enfrenta el "Resto" al Oeste.

El antagonismo económico, expresa Todd, "deriva del hecho evidente de que la globalización ha demostrado ser no más que una recolonización del mundo por Occidente, este vez bajo dirección norteamericana y no británica. La explotación de los pueblos menos avanzados (la extracción de la plusvalía, que dirían los marxistas) ha sido más discreta, pero mucho más eficaz que en los años 1880-1914) (op. cit. p. 310)"

En cambio, una Rusia que vive de sus recursos naturales y de su industria, y que no tiene medios, ni lo pretende, para imponer sus valores y su cultura, ha parecido preferible a un "Resto", que espera que ésta, que había contribuido a la primera descolonización en la época de la URSS, lo haga en esta segunda. (Recordemos los recientes sucesos en algunas antiguas colonias francesas, víctimas de la Françafrique, que han expulsado de sus territorios a las tropas galas y norteamericanas, y han abierto sus brazos a la influencia rusa y china).

Por otra parte, la posible alianza entre Occidente y las oligarquías dirigentes de países del "Resto" se ha visto fracasar por la incautación ilegal de activos rusos en Occidente: esto ha provocado una ola de terror entre éstas, que les lleva, a una velocidad u otra -pues esta ruptura de confianza les puede hacer pensar con razón que podrían ser los siguientes-, a querer librarse del imperio del dolar.

Finalmente, del punto de vista antropológico, la imposición desde Occidente de una legislación LGTBI y transgénero a cambio de ayudas económicas, o de sanciones en caso de negativa, provoca un rechazo creciente en este "Resto", que tiende así a un enrocamiento identitario, que no puede ver más que con simpatía un neoconservadurismo moral ruso que ya no es ateo.

Esas legislaciones arriba aludidas, como la desarrollada recientemente en Japón, tienen como objetivo afianzar la pertenencia al campo occidental. Pero en este punto ve el estudioso francés la ironía suprema: ¿cómo una ideología como la transgénero, que afirma que un hombre puede volverse mujer y viceversa, cómo ese culto de lo falso (culte du faux, p. 334) puede llevar a alianzas fiables? Del tal suerte, señala Todd, se ha establecido una "relación mental y social entre ese culto de lo falso y la nula fiabilidad ya proverbial de los EUA en los asuntos internacionales" (op. cit. p. 334).


sábado, 7 de septiembre de 2024

LA FORTALEZA Y LA DEBILIDAD DE RUSIA EN LA GUERRA DE UCRANIA

 



Señala Emmanuel Todd en el capítulo I de su obra (La stabilité russe) que la solidez de Rusia ha sido una de las mayores sorpresas de la guerra, aunque, según el autor, no debería de haberlo sido. La verdadera cuestión es cómo los occidentales han subestimado a tal nivel a un enemigo, cuando los verdaderos datos sobre la recuperación económico-política del país eslavo desde principios del siglo XXI, tras el derrumbe de los años 90 del siglo anterior, estaban disponibles.

Todd revisa estos datos, incidiendo en que uno de ellos, una tasa actual de mortalidad infantil en Rusia inferior a la de los EUA, es un factor que muestra que aquél no puede aparecer en estadísticas sobre corrupción por delante de éstos (La mortalité infantile, parce qu'elle reflète l'état profond d'une société, est sans doute en elle-même un meilleur indicateur de la corruption réelle que ces indicateurs fabriqués selon on ne sait trop quels critères [p. 39]).

Si Angela Merkel y François Hollande confesaron que firmaron los acuerdos de Minsk de 2014 para dar tiempo a los ucranianos para armarse, afirma por su parte Emmanuel Todd que tampoco fue un tiempo perdido por los rusos, que necesitaban un periodo para hacer frente a la desconexión de Swift y para afrontar un régimen de sanciones extremo. Así, en la regulación de Internet puede verse una de sus mayores victorias, pues han combinado la presencia de los gigantes norteamericanos del sector con otros campeones nacionales que les permite ser autónomos -recuérdese el caso de la caída mundial de Microsoft en julio pasado, a la que Rusia resultó inmune-.

Según Todd la imagen occidental de un Putin estalinista gobernando un pueblo de imbéciles no puede estar más lejos de la realidad; la "democracia autoritaria" de Putin se inscribe en una continuidad de la historia general de Rusia con sus propias características: en primer lugar, una vinculación visceral con la economía de mercado, a pesar del papel central que juega el Estado; en segundo, una libertad total de circulación para los ciudadanos rusos; y por último, la ausencia completa de antisemitismo, vieja cabeza de turco de los líderes soviéticos. Rasgos todos que hablan de cierta seguridad en sí mismo por parte del régimen.

Por otra parte, las clases medias rusas (de las que salen proporcionalmente casi el doble de ingenieros que de las de los EUA) no han servido al bello sueño occidental de derribar a Putin, tras haber contribuido a la caída del comunismo. Era, de tal suerte, inevitable que la Rusia postcomunista conservara rasgos comunitaristas (propios de la familia tradicional, autoritaria (en la figura del padre) e igualitaria (entre los hermanos)), en mayor o menor medida en todos los estratos sociales, a pesar de la adhesión fervorosa a la economía de mercado.

Tras analizar estos elementos constitutivos de la estabilidad rusa, pasa Todd a analizar su verdadera fragilidad: la demografía.

Señala el demógrafo francés que la contracción de la población masculina reclutable pone en evidencia la propaganda eurootanista de comienzos del conflicto, que afirmaba que los rusos querían llegar hasta Lisboa. Rusia simplemente no dispone de hombres para ello, ni nunca fue su objetivo.

Ante tal penuria demográfica y baja natalidad (común a casi todo Occidente) Rusia ha desarrollado una estrategia particular, la estrategia del hombre escaso (La stratégie de l'homme rare [p. 64]). El ejército ruso ha decidido, pues, hacer una guerra lenta para economizar hombres, mientras desangra al enemigo.

Los estrategas de Washington son conocedores de esa realidad, pero ello les ha llevado a subestimar la capacidad de un Estado que, a pesar de contar con una población decreciente, posee un elevado nivel educativo y un nivel tecnológico muy relevante.

El tiempo corre por el momento a favor de Rusia, aunque ella misma sabe que no eternamente; por eso su única salida es la victoria.


viernes, 16 de agosto de 2024

ESTADO-NACIÓN Y SOBERANÍA EN RUSIA Y OCCIDENTE

 



Emmanuel Todd recuerda el planteamiento de John Mearsheimer, profesor de geopolítica en la Universidad de Chicago una semana apenas después del inicio de la guerra, el 3 de marzo de 2022: Rusia había anunciado mucho tiempo atrás que no toleraría que Ucrania ingresara en la OTAN, cosa que ya se estaba produciendo de facto. Lo único que ha hecho Rusia es materializar su advertencia. La única sorpresa es la sorpresa occidental (C'est au fond notre surprise qui était surprenante [p. 21]). Mearsheimer añadía que Rusia ganaría la guerra porque se trataba para ellos de una question existentielle.

Reprocha, no obstante, Todd al analista norteamericano su incomprensión hacia las motivaciones del campo occidental, de modo que ambos contendientes se acusan de locura criminal.

Explica Todd que Mearsheimer y Putin comparten la misma visión elemental de un mundo formado por Estados-naciones, caracterizados, según Weber, por el monopolio de la violencia, y por la soberanía, particularmente en el caso ruso, que no acepta ingerencias extranjeras en su política interior y exterior -es un modelo evidentemente muy distinto, podemos decir, al de las partidocracias occidentales, cuya casta dirigente obedece sumisamente a las consignas de la UE-OTAN a cambio de inyecciones monetarias para sostener las emisiones de deuda, y promesas de enriquecimiento personal o de proyección política internacional-.

Sin embargo, tanto el profesor norteamericano como el presidente ruso yerran, según Todd, al interpretar la situación en Occidente, pues no son capaces de ver que en él el Estado-nación no existe ya (à L'Ouest, l'État-nation n'existe plus [p. 25]).

A partir de esta tesis intentará el autor francés explicar el comportamiento de los occidentales.

Desde Aristóteles se afirma que un Estado-nación necesita como argamasa unas clases medias fuertes. La destrucción de estas clases medias en EUA -afirma el autor- ha venido acompañada de la destrucción de una cultura nacional compartida por las masas y las clases dirigentes. Así nos encontramos "ante un imperio privado de centro y de proyecto, un organismo esencialmente militar dirigido por un grupo sin cultura (en el sentido antropológico del término), que no tiene ya como valores fundamentales más que el poder y la violencia" (p. 28). Es decir, el retrato de una sociedad polarizada, dividida entre una masa cada vez más empobrecida y una "plutocracia depredadora" (p. 30)

Tal situación descrita lleva a Emmanuel Todd a hablar de un "Estado postimperial", que ha perdido la moral social y el sentimiento colectivo que era en su caso de origen religioso protestante, y que se lanza a una política de expansión exterior, mientras su base industrial se contrae.

De otra parte, la solidaridad, que nace de la unión de un grupo frente a un tercero que se percibe como enemigo, y que había servido para fortalecer el sentimiento nacional universalmente, no vale ya en el llamado Occidente, porque la imperialista soberbia ideológica de éste (que le hace concebirse como un "jardín"), impide considerar la existencia del otro, al que naturalmente debe asimilarse. "En cambio, la fuerza de Rusia radica en pensar en términos de soberanía y de equivalencia de las naciones: teniendo en cuenta la existencia de fuerzas hostiles, puede asegurarse su cohesión social" (p. 35).


miércoles, 7 de agosto de 2024

LAS DIEZ SORPRESAS DE LA GUERRA DE UCRANIA

 



Comenzamos aquí una serie de entradas basadas en el análisis de la obra del antropólogo, historiador y ensayista francés Emmanuel Todd La défaite de l'Occident (Gallimard, 2024), que quedará como una de las referencias para entender la época actual en el futuro (si es que queda algo de eso tras esta calma chicha nuclear)


Principia Todd su obra (que leemos aquí en la edición francesa, cuya traducción en español ya es accesible -La derrota de Occidente, Akal-) recordando el discurso de Vladimir Putin del 24 de febrero de 2022 en el que anunciaba la entrada de las tropas de la Federación rusa en Ucrania, como una respuesta a la actitud expansiva hacia el este de la OTAN desde 1991: la entrada de Ucrania en esta organización militar (supuestamente de defensa cuando tuvo alguna razón de ser) era una "línea roja" que había sido traspasada a pesar de las repetidas advertencias rusas, y muy marcada en la mentalidad del país eslavo por el recuerdo de lo ocurrido en 1941.

Este discurso perfectamente claro -según Todd-, habría merecido al menos un debate en el llamado Occidente. La ausencia de tal "ha deshonrado la democracia occidental: total en dos países, Francia y Reino Unido, relativa en Alemania y Estados Unidos" (p. 14).

Pero como todas las guerras, ésta ha aportado una serie de sorpresas, de las que Todd enumera diez:

1ª) La irrupción de una verdadera guerra entre dos Estados en Europa, un continente que parecía prometido a la paz perpetua (kantiana).

2ª) Los contendientes: Rusia y Estados Unidos, en una guerra por interposición en la que no se derrama sangre norteamericana sino ucraniana. Sorprendentes en la medida en que el enemigo de consenso de éstos desde hacía más de una década era China.

3ª) La resistencia militar de Ucrania, sorpresa generalizada por ser éste, para "occidentales" y rusos, un "estado fallido", marcado por la corrupción y la emigración masiva.

4ª) La resistencia económica de Rusia a las sanciones. Señala Todd que las oligarquías económico-políticas occidentales no han sido conscientes de que "los rusos se habían adaptado a las sanciones de 2014 -la fecha del golpe del EuroMaidán, acompañado de los falsos acuerdos posteriores de Minsk perpetrados para ir armando a Ucrania- y preparado a ser autónomos en el sector informático y bancario" (p. 16). La moderna Rusia actual está, pues, muy lejos de la parodia estalinista que nos ofrece la propaganda occidental en sus unívocos medios.

5ª) "El hundimiento de toda voluntad europea". La UE ha abandonado todo propósito de defender sus propios intereses, cortando toda relación con su socio energético y comercial ruso, sancionándose ella misma con particular dureza. Signo de esta sumisión es para Todd la nula reacción de Alemania ante el sabotaje del gasoducto Nord Stream, que aseguraba en parte su suministro energético, "un acto terrorista dirigido contra ella tanto como contra Rusia, perpetrado por su "protector" norteamericano" (p. 16).

6ª) La afirmación del Reino Unido como "la mosca cojonera de la OTAN" (p. 17), más belicista que los propios neoconservadores norteamericanos.

7ª) Esta fiebre belicosa ha afectado a otros países como Noruega, Dinamarca, Finlandia y Suecia, que, tras un largo período de neutralidad, muestran un renovado interés por la guerra.

8ª) La más sorprendente de todas para Todd es la siguiente: La insuficiencia de la industria militar norteamericana para asegurar el aprovisionamiento de cualquier tipo de material a su protegido ucraniano, lo que -según el autor- hace saltar el valor del PIB como valor de referencia de la potencia de las naciones en nuestra economía política.

9ª) La soledad ideológica de Occidente, y su ignorancia al respecto, pues, tras esperar que el resto del planeta compartiera su posición hacia Rusia, y "pasado el primer choc de la guerra, se ha visto aparecer un poco por doquiera un apoyo cada vez menos discreto a Rusia" (p. 18), como es el caso de India, India, Turquia, Arabia Saudita, y el conjunto del mundo musulmán.

10ª) La décima, que está en curso de materializarse, es la derrota de Occidente, fruto de un proceso de autodestrucción más que de la potencia rusa, incapaz, aunque lo quisiera, de dominar el planeta. "Una crisis occidental y más específicamente norteamericana, terminal, pone en peligro el equilibrio del planeta. Sus olas más periféricas han ido a chochar contra una mole de resistencia rusa, sobre un Estado-nación clásico y conservador" (p. 20)

Tal proceso autodestructivo será explicado por Todd en las siguientes páginas.


domingo, 21 de abril de 2024

NO A LA GUERRA

 



"Si Adolfo Hitler está gobernando hoy en Alemania, es porque lleva doce años predicando la guerra. Su triunfo lo debe más que nada a haberse colocado abiertamente contra los pacifistas. "¡Exterminemos a los pacifistas!". Este es su grito de combate. [...] Esta palabra de "pacifista" es el mayor insulto que se puede dirigir en estos días a un ciudadano alemán. Yo quisiera que el que lo dudase pudiese hacer la prueba en una calle de Berlin."

Así se expresaba el periodista y escritor español Manuel Chaves Novales en su gran reportaje sobre la Alemania nazi de 1933 para el periódico Ahora, publicado en 2012 por la editorial Almuzara con el título Bajo el signo de la esvástica (p. 26).

Vivimos en estos últimos tiempos en eso que se llama "Europa" y "Occidente" entre mensajes que pretenden concienciarnos de la ineluctabilidad de una futura guerra en el recosido territorio europeo. Tenemos así al alto represente de la Unión para Asuntos Exteriores y política de Seguridad, o, más popularmente, Jefe de la Diplomacia Europea, sr. Josep Borrell, que afirmó tiempo ha que la UE era un "jardín" (que quizás él pretende cultivar en exclusividad volteriana) y el resto del mundo una "jungla" -una variatio racista sobre el concepto del "Eje del Bien" y el "Eje del mal" de la administración Bush-, para luego señalar que sería necesario acrecentar el gasto militar, en detrimento de otras partidas sociales, en consonancia con esa previsión de un próximo conflicto, como afirma también su jefa directa, la presidenta del Consejo Europeo, sra. Ursula von der Leyen -marcada como él por la sombra de la corrupción, que parece un mérito en los currículums de la oligarquía partidocrática europea-.

Hasta hace poco se nos decía que todo este aumento de gasto militar y sacrificios (pues las sanciones contra Rusia se han demostrado un boomerang, que ha golpeado Europa, quien ha perdido una fuente directa de energía barata -aunque sigue comprando de tapadillo-) era para proteger la "democracia ucraniana" víctima del "expansionismo de Putin". Ha sido, empero, ese mismo Jefe de la Diplomacia, que hace de todo menos diplomacia y que habla en nombre de todos los europeos sin haber sido elegido directamente por ellos, quien ha declarado recientemente que el apoyo a Ucrania responde a los intereses legítimos de la UE y los EE.UU.

Cabría preguntarse, empero, si esos "intereses propios" a los que alude el sr. Borrell son los de la gente que se levanta por la mañana para ganar un salario (del que el gobierno partidocrático se queda con un 50% a través de su Neoinquisición fiscal), que ve que el coste de la cesta de la compra ha subido un 50% desde 2020 (culpa de Putín, claro), que debe recurrir a una sanidad que no es ni universal (el 60% de los tipos de cánceres no son cubiertos, ni el dentista, ni el psiquiatra) ni gratuita (si alguien no quiere que un tumor cancerígeno se le extienda sometido a una dilatada lista de espera), y entregar a sus hijos a una enseñanza pública trabada por leyes disparatadas; esa gente que va sumisamente cada cuatro años a refrendar con su voto las listas de corrupción debida de los partidos del Estado, y que sumisamente va masticando junto a la comida las mentirosas consignas que transmiten los Nodotelediarios para que, poco a poco, vayan aceptando una guerra que ni les va ni les viene, al modo de la rana hervida del cuento.

La población española no tiene nada que ver con la alemana de los años treinta, ampliamente deseosa de revancha y de guerra, ni con el actual belicismo nihilista anglonorteamericano al que alude Emmanuel Todd en su libro La défaite de l'Occident (Gallimard, 2024). Todavía se acuerda uno de aquel "No a la guerra" que encendía las calles españolas en 2004, en gran parte cálculo electoral de una "izquierda" que ahora asiente ante el mandato del amigo norteamericano, y a la que apenas se la oye ante los crímenes de guerra que comete sistemáticamente Israel en Gaza.

Ese "No a la guerra" es, sin embargo, más necesario que nunca, como mera lucha por nuestra supervivencia física, y como bandera añadida en la resistencia pacífica (que comienza por no votar) a la oligarquía política al servicios de los intereses de grandes potencias y su complejo militar transnacional.

sábado, 17 de febrero de 2024

NUEVOS TIEMPOS PREBÉLICOS

 



Escuché hace poco decir que habíamos pasado de un mundo postbélico a otro de nuevo prebélico. Esto me impresionó pues verbalizaba de modo feliz todas las impresiones que me causaban las noticias sobre la situación mundial.

Tras la disolución de la URSS, parecía que se iniciaba una era en que predominaría una sola superpotencia global, los EEUU, inaugurando una dilatada Pax Americana, que dio lugar a aquel manido concepto de "el fin de la historia". Sin embargo, desde los albores de este siglo XXI las guerras e invasiones (provocadas por esa república imperial, adalid del "mundo libre" y de "Occidente") han sido una constante. Así, en pocas décadas, China se ha afirmado como imparable aspirante a primera potencia económica mundial (ante lo que los EEUU se ven impotentes), mientras la Rusia surgida del colapso soviético intenta consolidar un espacio de seguridad, contra la promesa incumplida de los EEUU y sus lacayos de la OTAN de no extender su terreno de influencia.

El conflicto de Ucrania, concebido desde el Euromaidán, la guerra civil desatada a partir de ese evento, y los falsos acuerdos de Minsk, que "Occidente" nunca estuvo dispuesto a cumplir, con el doble objetivo de romper los lazos económicos entre Rusia y la UE, y de debilitar a aquélla con una hipotética derrota militar y eclosión interna, ha resultado en un tiro por la culata, cuya víctima ha sido la UE, un ente oligárquico y liberticida ya casi indistinguible de la OTAN, en esta guerra por delegación deseada por la política anglonorteamericana. 

Por una parte, el sabotaje "aliado" del Nord Stream 2, que ha marcado el fin de la llegada de energía barata y abundante, en primer lugar, a Alemania, desencadenó una crisis energética que ha llevado a la UE a una recesión que es difícil ocultar, aunque se intente enmascarar ahora, como dicen el periodista Lorenzo Ramírez y el analista Alberto Iturralde, con la necesidad de una "economía de guerra" frente a la "amenaza rusa", un país que ha desplegado en Ucrania menos tropas de lo que ha hecho Israel en Gaza. De nada han servido a este respecto las contraproducentes sanciones económicas a Rusia, que ha visto aumentar su PIB, y cuyo gas -licuado- y petróleo siguen comprando de tapadillo e hipócritamente las "democracias occidentales", en realidad, partidocracias diseñadas por los EEUU después de la Segunda Guerra Mundial. Éstos, sin duda, no dejan de ganar con este conflicto, pues favorecen el traslado a su territorio de grandes firmas europeas con el señuelo de una energía más barata, y están dispuestos a cobrar a buen precio el llenar de nuevo los arsenales europeos, vaciados en beneficio del régimen de Zelenski, tan consciente como todos de que libra una guerra que no puede ganar. Por otra parte, el conflicto ha fortalecido el acercamiento de Rusia y China (al fin y al cabo, el verdadero objetivo futuro de una guerra por parte de los enloquecidos y mesiánicos halcones del Pentágono), y la expansión de los BRICS+, a la que ha contribuido en no pequeña manera la desconfianza provocada en estos países por la ilegal congelación de los activos de la Federación Rusa y del Banco Central Ruso en "Occidente".

Sin comerlo ni beberlo, y sin poder hacer nada al respecto, salvo dar testimonio de la propia protesta, se encuentra uno, como súbdito de una Monarquía de partidos, obligado a formar parte de un bloque económico-político-militar, que sólo desea que aceptes la perspectiva de una guerra total en Europa de la que los verdaderos responsables se sienten a salvo a miles de kilómetros de distancia, que votes sumisamente a los oligarcas partidocráticos de turno al servicio de terceros países, que aceptes los trampantojos ideológicos de la ideología de género, la agenda globalista, y la fe en el cambio climático antropogénico, así como que te dejes esquilmar por una Hacienda, cuya razón de ser no es dotar al Estado, encarnación jurídica de la Nación, de los medios para mejorar la vida de los ciudadanos, sino hacerlos dependientes, a través de una pauperización progresiva, de una casta política que los desprecia.