lunes, 21 de enero de 2019
EL DISCRETO ENCANTO DEL CONSENSO EN UNA DEMOCRACIA PLENA
Las últimas votaciones autonómicas andaluzas han seguido marcando la actualidad política, debido al sobreactuado tiro y afloja desarrollado entre PP y VOX para facilitar la investidura del candidato de aquél como Presidente de la Junta de Andalucía. Cs usó del noli me tangere socialdemócrata y melindroso para hacerse primero la ofendida y luego la desentendida de ese acuerdo de indefinidos puntos -con lógica partidocrática un periodista del régimen ha afirmado que los puntos sobraban- que a brazo partido parecían negociar las formaciones aludidas. Ciertamente, VOX parece haber usado con habilidad del conocido como “juego del gallina” en la teoría de juegos para asustar al PP y hacerle creer que, como en la película “Rebelde sin causa” de James Dean, estaba dispuesto a forzar su coche hasta el borde del precipicio y más allá en defensa de sus principios. Nada más lejos de la realidad, pues VOX a la postre ha cedido en la mayoría de sus demandas para hacerse la foto del consenso entre sonrisas con su hermano mayor más amoldado a la vigente ideología socialdemócrata de la corrección política y de la perspectiva de género. Es significativo a este respecto que la formación de derecha prácticamente ultraterrena según los barrios mediáticos haya lamentado que Cs no haya participado en la foto de su sumisión voluntaria al juego partidocrático del consenso, es decir, del apaño entre partidos estatales para el reparto del poder consagrando su secuestro de la representación popular.
Y todo eso se ha desarrollado en el seno de lo que el periódico The Economist considera una “democracia plena” entre las 20 primeras del mundo al mismo nivel, entre otros, de ¡el Reino Unido!, y, por encima, de…¡Francia! Tal estudio parece basarse en parámetros como el de pluralismo, procesos electorales, funcionamiento del gobierno, participación política, y libertades civiles. Resulta un dudoso alivio comprobar que la ignorancia de la ciencia política no es un atributo sólo de nuestra prensa, sino también de la foránea. Ciertamente, tales parámetros son hueros en regímenes como el nuestro donde no existe democracia, es decir, separación de poderes en origen y principio de representación (sí, amigo lector, en este régimen donde usted no puede elegir ni ser elegido sin pasar por una lista de partido, cuyos electos no representan al distrito electoral, sino al jefe de partido que los ponga allí). De ahí que la palabra democracia se haya convertido en un término tan vacío de sentido que puede encarnar cualquier balbuceo de los políticos que sufrimos.
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