sábado, 18 de enero de 2020
domingo, 5 de enero de 2020
MONARQUÍA DE PARTIDOS
Dalmacio Negro Pavón
"Objetivamente, con la perspectiva de más de treinta años, la idea rectora de esta Monarquía estatal consiste, pues, en unir a la sociedad bajo la dictadura del consenso político de las clases dirigentes, que, al mismo tiempo que desequilibra la sociedad separándola del poder político, desintegra el consenso social, base de la amistad civil, y practica el divide et impera mediante una política de disenso generalizado. Es un típico sistema de desgobierno. De ahí la tosquedad de la vida política, en la que casi lo único relevante son las querellas y los arreglos entre los partidos.
En cuanto a la estatalidad monárquica, ésta evolucionó hacia un Estado de Partidos del tipo Estado de Bienestar sin nación política, fomentando al mismo tiempo, contradictoriamente, una politización radical que potencia las oligarquías nacionalistas enemigas de la Nación Histórica más antigua de Europa. La extraña Monarquía estatal «de las autonomías», la destruye formalmente, así como al Estado, dividiéndolos en pequeños estados-nación semi soberanos, algunos de los cuales les reclaman ya la soberanía. Es una anárquica Kleinstaaterei que recuerda a la del Imperio alemán en la época moderna muy bien descrita por Hegel.Pero el Estado Pluralista es un oxímoron y el pluralismo consiste en que manden las poderosas oclocracias regionales que se han formado.
Los nacionalismos se han intensificado y extendido mediante la ingeniería social consentida e incluso alentada desde el Estado. Hasta da la impresión que el Gobierno central, que dirige oficialmente el consenso, quisiera sustituir el idioma español como lengua común o lingua franca por el inglés, para satisfacer a las oligarquías locales que, fundamentando su «nacionalidad» en sus lenguas particulares, mezclándolas con un etéreo racismo historicista, odian el español, la lengua común.
Todo es una innovación asombrosa, que hubiera desconcertado a Maquiavelo. Hasta ahora, las Monarquías habían unido, con mejor o peor fortuna, a los pueblos y hecho las naciones. En último extremo se justificaban como garantes de la unidad nacional y del éthos tradicional. Mas las Monarquías Constitucionales y Parlamentarias, al no ser auténticas monarquías, pendientes de sí mismas no garantizan nada.
Respecto al caos autonómico, tal vez sólo un presidencialismo al estilo norteamericano, es decir, asentado directamente en la voluntad popular, podría ya constituir una garantía.
[...]
En fin, la libertad política la usufructúan los partidos integrados en el consenso político organizado en torno a la Monarquía, reduciéndose para el resto a la rutina del voto; las libertades civiles están en entredicho por las intromisiones del Gobierno en las costumbres y los hábitos naturales, y se cuestionan las personales, estando seriamente amenazada la libertad de la conciencia; los partidos se extienden sin freno por la cada vez más débil sociedad civil organizando el clientelismo; la división de poderes es ficticia y, para el ciudadano común, la misma administración de justicia puede ser, además de dudosa, lenta y costosa, un peligro más que una garantía, de modo que las garantías jurídicas del Estado de Derecho, que conserva formalmente la socialdemocracia normal, son bastante precarias; se distorsionan progresivamente mediante la manipulación política de los jueces y una serie interminable de caprichosas leyes-medidas administrativas que, por ejemplo, permiten a la administración embargar directamente las cuentas bancarias; en consecuencia, aumentan continuamente los controles burocráticos estatales y paraestatales -la burocracia es gigantesca y crece sin freno- sobre la vida natural regulando todo y frenando y distorsionando la iniciativa particular. Los sindicatos se encargan de coartar la libertad de trabajo y la propiedad depende del fisco. Hay demasiada inseguridad jurídica. [...] la democracia, que oficia de religión civil de este Estado aconfesional, es en la práctica una plutocracia organizada en torno a la corrupción, sin que a la bastante envilecida sociedad le importe ya mucho. Todo está al servicio de la política y la ideología del consenso.
[...]
No existe un orden político, un régimen. La Monarquía estatal de las Autonomías es una situación política, quizá ya histórico-política al agravarla la crisis de los demás órdenes sociales -acentuada ahora por la crisis económica-, cuyo desenlace es imprevisible."
Dalmacio Negro Pavón, Historia de las formas del Estado: una introducción (Ensayo) (Spanish Edition) (Posición en Kindle1360-1390). Edición de Kindle.
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