De la propia discrepancia del pensamiento, surgen a menudo disyuntivas ideológicas que nos llevan al punto de no retorno. Creando conflictos artificiales, provocados a su vez por los instigadores de la fragmentación social, que nos lleva indefectiblemente al dicho: "A río revuelto, ganancia de pescadores".
El sendero de muerte, inoculado en nuestro ADN por los que mandan y seguirán mandando, es nuestro que hacer diario, para que no crezca la hierba en él. De esta forma se aseguran que generaciones venideras no se desviarán del plan trazado, para su existencia, en un plano que ni alcanzamos a imaginar, por los constructores de nuestra propia mediocridad.
Solo nos queda la imaginación, a la que no se le puede encerrar, ni poner límites, pero es muy triste que nuestra única válvula de escape sea soñar. Pero soñar en que, acaso sabemos que hay más allá de nuestra reducida parcela de vida. Para mayor desgracia, muchos creen haber encontrado la felicidad, que no es más que otra cápsula prefabricada e insertada en nuestro subconsciente, al que de vez en cuando nos dejan dan rienda suelta.
Quizás sea mejor no pensar e interpretar el papel que nos ha tocado en el reparto, tal vez de esta manera seamos capaces de sobrevivir a la locura. Resumiendo, vivir por vivir y asistir impasibles al correr del tiempo sin metas ni futuro.
Muévete y asómate al balcón, pero cuidado, verás una realidad que nunca será tuya y vuelta a la discrepancia del pensamiento, ese es el círculo de nuestro molino, empuja y calla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario