domingo, 14 de septiembre de 2025

SEAMOS ALEMANES, NO GAZATÍES

 


Se nos dice que Alemania quiere implantar un servicio militar no obligatorio en principio para hacer frente a un "ataque ruso", por lo que necesitan 80.000 soldados más. Dejando de lado el hecho de que Alemania desató una "amenaza rusa" en 1941, cabe preguntarse cuántos soldados hacen falta unos encima de otros para parar un misil hipersónico Oreshnik de enorme potencia destructiva aun sin ojivas nucleares. ¡Es tan zafio pretender engañar a los lectores con la idea de que, si Rusia quisiera atacar Alemania -¿para qué perder un cliente?-, servirían de algo la infantería, los tanques o avioncitos! Al mismo tiempo, el canciller Merz anuncia que el Estado de Bienestar ya no es sostenible financieramente -aunque elevar el gasto militar un 5% sí-. A estas oligarquías transnacionales y a las partidocracias a su servicio, tras la liquidación del señuelo de ese bienestar propio de la Guerra Fría creado como muro de contención a la influencia del modelo soviético, le sobramos ya mucha gente, sobre todo la clase media, que conserva cierta libertad a través de su menguante propiedad.

El cacique filoseparatista con aire de sepulturero desmejorado, y ominoso exministro de Sanidad durante la Pandemia, de la que salió -cómo no- libre de polvo y paja a pesar de la pésima gestión gubernamental, exige a los jueces la aplicación efectiva de la ley de amnistía, pidiendo que se asuma el principio de la "separación de poderes". Es díficil, empero, asumir algo que no existe, ni que se hagan distinciones con el "poder legislativo", pues en un Estado de Partidos como el nuestro, todo el poder lo controla el ejecutivo, que, a su vez, está libre de control, como en las dictaduras, que es a lo que aspira a convertirse esta oligarquía de partidos, regida por individuos tan siniestros como el fotografiado señalando con un dedo, con lo que se dota de una pretendida autoridad a cualquier mediocre desalmado.

"Matar mujeres, ancianos, y niños o dejarlos morir de hambre no tiene ninguna justificación, y ese debería ser un principio básico" (Teniente coronel A. Aguilar, militar norteamericano con experiencia de combate y testigo presencial sobre el terreno)". Esta afirmación del citado militar es una de las más impactantes, junto a su relato, que confirma el propósito de deportar y dejar morir de hambre o bajo las armas a una población. El militar cuenta cómo unos soldados israelíes junto a los campos de distribución de comida (situados aposta en la frontera con Egipto para provocar allá un éxodo forzoso y la concentración de gente, que sólo recibe alimentos que necesitan agua, pero no agua) le reprocharon que alimentara a sus enemigos. Resulta evidente que la Historia, una vez, más no es maestra de la vida, como decía Cicerón, ni nunca lo fue. Por otra parte y debe decirse, observo cómo la pseudoizquierda partidocrática aprovecha la política de exterminio del gobierno israelí para atacar a sus rivales de siglas (pero euroatlantistas todos, y al servicio del capitalismo globalista, deslocalizado, woke y belicista).

El director de una película que presenta una presunta homosexualidad de Cervantes afirma que su obra será un termómetro de la homofobia en España. (Quizás sea más bien uno de la ideología de Estado, cuando el Presidente acude con su esposa al preestreno, o se recuerda la recua de ministros que acudió al de su apología de la eutanasia). Esto resulta preocupante, no por la tesis en sí, sino por el designio implícito de señalar como homófoba cualquier crítica. Vivimos en una época de censura virtuosa, por la que si se critica la criminal política exterior de Israel se puede ser llamado "antisemita" (casi nadie te llamará "antisionista"); "islamófobo" si se cuestiona la inmigración ilegal o la subordinación de la mujer que marcan algunas prácticas islámicas; "prorruso" o "proPutin" si se rechaza la falsa propaganda otanista proguerra que inunda los medios occidentales, y que muchos se tragan acríticamente con la comida. No hay que tener miedo en todo caso a la soledad, y recordar el bíblico Numerus stultorum infinitus est.

Comentan algunos profesores la falta de ilusión con que inician el curso. Es normal. Yo estoy al borde de los 60, y cada curso se ve uno ante un maremoto burocrático que me deja tan desalentado como la presencia de la IA. Siempre hay esbirros del sistema (que se hacen llamar incluso 'compañeros') que te invitan amablemente ("propuestas que no se pueden rechazar") a usar los instrumentos digitales de las administraciones educativas para evaluar las competencias clave -antes llamadas "básicas", lo que era más revelador sobre su verdadero objetivo- de la LOMLOE (7 que deben ser evaluadas en plan de igualdad, aunque a tu asignatura en cuestión sólo le afecten 2 de cara a pruebas externas, como es el caso de las lenguas extranjeras, basadas en destrezas demostrables) mediante descriptores operativos para ponerlas en relación con las competencias específicas de cada materia, con criterios de evaluación específicos con 5 niveles de indicadores de logro para cada uno, a los que se asocian sus correspondientes rúbricas y actividades (¿Hay alguien que se haya perdido?). El paroxismo escolasticista llega cuando se quiere vincular esas comp. claves con las llamadas "situaciones de aprendizaje", engendro de la LOMLOE, que, breve y groseramente, remite al antiguo "aprobar con trabajitos", llamados ahora "proyecto final". Resulta descorazonador ver a probos profesionales intentando adaptarse mentalmente a estos bizantinismos, cuyo último objetivo es que se apruebe a todo el mundo por agotamiento mental del profesorado ante tanto distingo y subdistingo. Pero tranquilos, que te dirán en plena exudación sectaria que nada servirá si no vamos todos por el mismo camino, en la ignominia prístina de asegurar un título a cada alumno al final de su políticamente menoscabado itinerario educativo.

Me resulta cada vez más doloroso escribir sobre temas de actualidad; pienso, empero, en las afirmaciones del asesinado Charlie Kirk en el sentido de que los problemas empiezan cuando la gente deja de hablarse, y entiendo que lo peor que puedo hacer es callarme.


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