sábado, 26 de mayo de 2018

REVISTA DE ACTUALIDAD (26 de mayo de 2018)




La actualidad de esta última semana ha sido muy movida. Se caldeaba con el asunto del chalet de lujo adqurido por Pablo Iglesias e Irene Montero (profesión sus políticas), hipotecado en condiciones harto ventajosas por una caja de ahorros cercana al independentismo catalán a treinta años vista (está claro que es su conciencia de casta política lo que les lleva a tener este estatus como horizonte vital y económico, en lo que nada se diferencian de los otros políticos del Estado de Partidos). Esencialmente, se le ha reprochado al líder podemita que criticara como incompatible con la dedicación a la política la adquisición de una vivienda de precio similar que había hecho otro esmerado partitócrata, Luis de Guindos, y que él se jactara de su vivienda de 60 m2.

Afortunadamente, contamos con un nuevo sucesor de Iglesias en la explotación de la demagogia de la igualdad, como decía Antonio García-Trevijano, y se trata del inefable "Kichi", alcalde de Cádiz, que se ha convertido en el portavoz de los críticos a la ostentación de estatus por parte del Líder Máximo, con sus 40m2 de vivienda, 20 menos que Iglesias, en un barrio popular de Cádiz. El guardián de las esencias, Monedero, le reprochó a Kichi su actitud, diciendo que los anticapitalistas como él eran un revoltosos, unos chicos malos, vamos, unos malotes. Categorías y léxico no le faltan sin duda al presunto ideólogo de la cosa.

Este asunto quedó casi inmediatamente ahogado por la dura sentencia del caso Gürtel, que condena al PP por "tejer un sistema de corrupción institucional". Algunos se han llevado una sorpresa que ni cuando les dijeron que los Reyes Magos son los padres. Pero no puede ser de otra manera -y esta vez sí es válida la expresión-, pues la corrupción es un factor de gobierno en un Estado partitocrático como el nuestro, donde no hay separación de poderes, ni subsiguiente control entre éstos, y la representación está secuestrada por los partidos a mayor gloria de sus propios intereses, que no coinciden con los de la sociedad civil que están sangrando. Parece, a resultas de esta sentencia, que Baltasar Garzón se estaría planteando recurrir su inhabilitación, y me acordé de él esta mañana oyendo el programa Répliques del filósofo Alain Finkielkraut en el que, con motivo del affaire Gaddhafi-Sarkozy, se ha afirmado que el no respeto a la inviolabilidad de las comunicaciones entre acusado y abogado pone en peligro la democracia.

Prácticamente un día después de la sentencia, un líder de la "regeneración democrática" llamado Pedro Sánchez, secretario general del PSOE (¿será el mismo partido al que se refiere la juez Ayala cuando dice que éste, presuntamente junto al archicorrupto PP se habrían puesto de acuerdo para apartarla del caso de los EREs? Cosas veredes, amigo Sancho, digo, Sánchez) presenta una moción de censura para estar él un tiempo de Presidente con el apoyo de los separatistas estatalistas protofascitas y luego ya verá cuándo convoca elecciones. El País y El Mundo se repiten en sendos editoriales reclamando "elecciones anticipadas" para la estabilidad. Pero, ¿qué estabilidad que no sea una nueva mano de cartas a través de las votaciones partidocráticas donde no se vota a nadie para que todo siga igual, es decir, la negación de la libertad política colectiva de los españoles para elegir representantes que defiendan sus intereses? Resulta conmovedor en este sentido escuchar a los tertulianos de una radio preocuparse porque esta moción de censura perjudique a Cs (¡fíjate! y nadie piensa en los súbditos de esta Monarquía de partidos; medios y partidos defienden intereses confluyentes, aunque algunos ilusos como Pedro J. Ramírez y Jiménez Losantos, cortesanos e intrigantes, creyeron poder influir en las decisiones de los partidos, hasta que fueron barridos de sus poltronas).


En el terreno económico, Juan Laborda en Vozpópuli señala el papel nefasto de los Bancos Centrales como sostenedores de la clase reinante de los bancos, a costa de los intereses de los ciudadanos, a cuyas espaldas se han cargado los sucesivos rescates bancarios, sin que los efectos de la transitoria recuperación económica lleguen a sus bolsillos. También en ese periódico Luis Riestra incide en las actitudes sociópatas del "deep state" y la petulante casta global socialdemócrata surgida en EE.UU. tras la II G.M., y cómo en España la correspondiente local sigue con su labor de zapa del sujeto constituyente, cuya primera arma para alcanzar la libertad política colectiva debe ser la abstención.


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