Inge Morath [Art Blart blog]
Irene González analiza las causas y efectos de la ley llamada del sólo el sí es sí, partiendo del precedente del caso "Manada": "Los medios, en una milimétrica sintonía de discurso con la izquierda, decretaron que había que cambiar la ley. El “sólo sí es sí” era la solución a todo, salvo a los problemas de seguridad sexual para las mujeres. En España, los casos de agresiones en grupo se han disparado y silenciado. La impunidad postmanada no parece escandalizar a nadie, porque esta Ley no puede entenderse fuera del abuso mediático y político, que esperó un chivatazo del caso perfecto para sus fines por las características de los agresores. Han utilizado a la mujer para implantar una ley que sólo busca domar a la judicatura mediante el terror de ser juzgada por la turba y colocarle medallas que no le corresponden a Irene Montero como defensora de la mujer. No hay ningún avance para nadie que no esté cobrando un sueldo político. El consentimiento siempre ha sido el eje para determinar la legalidad de las relaciones sexuales. Las penas actuales sobre el delito que se juzgó en el caso de la manada puede conllevar una menor condena. Los jueces van a tener mayor protagonismo en las sentencias al permitirle una mayor interpretación ante el lío normativo aprobado. Ya sabemos que una parte de los 20.000 millones del Ministerio de Igualdad se destinarán a impartir los cursos de reeducación de género y sufragar su asistencia. El Gobierno anuncia que con esta ley estamos más seguras, mientras dejan a oscuras las calles manada-sostenibles, donde las cámaras de videovigilancia perderán visibilidad."
En su balance COVID de Agosto, Miguel Sebastián señala la escasa fiabilidad de los datos oficiales: "En agosto, según las cifras del Ministerio de Sanidad, se registraron en España 2.085 fallecidos por la Covid-19. Se trata de una mejoría con respecto al mes pasado (2.608) y con respecto a agosto del año pasado (2.802). Pero sigue siendo un número muy elevado: 67 muertos por día de media, niveles tan malos como los de abril, en plena sexta ola, o mayo, al comienzo de la séptima. La cifra, además de dolorosa, deja en ridículo los datos de contagios del mes: 109.000. Si esta cifra fuera cierta tendríamos una letalidad cercana al 2%, frente al 0,28% del total mundial, que incluye a países con un nivel de vacunación muy inferior al nuestro. Para tener una tasa de letalidad razonable, nuestro número de contagios mensuales se situaría en el entorno de los 800.000, que es más o menos la cifra de Italia. Por esos motivos, insistimos, sin acritud, que los datos de contagios de España no tienen ningún valor estadístico. Pretender que en España ha habido 13,3 millones de contagios, de una población de 47 millones, es otra forma de ver lo irrisorio de estas estadísticas, pues es difícil conocer a gente que no se haya contagiado al menos una vez. Desde hace tiempo, el INE debería haber asumido la gestión y publicación de los datos de la pandemia en España, para evitar el deterioro que sufre la imagen internacional de nuestro país."
Ignacio Ruiz-Quintano reflexiona sobre el consenso como transgresión moral fundacional del Estado de partidos: "¿Y qué es el Consenso? Una transgresión moral, en palabras de quien lo estudió a conciencia: –Una transacción sobre principios donde cada uno tiene que renunciar a ser lo que es para estar todos juntos en lo que nadie es: en el Estado. Todo en el Estado, todo por el Estado, nada sin el Estado. Esta España socialdemócrata de paguita, calzón y bicicleta (¡los vertebrados gaseosos!) es una sociedad individualista que cultiva el individualismo de Estado. Pero el hombre “piensa por mor del pienso” (Ramiro Rico), e históricamente la sociedad que se confiesa por el individualismo tiende, irremediablemente, a colectivizar los individuos, a crear e imponer un modelo “standard” de individualidad, eso que tenemos delante. El teatrillo nacional del Consenso es tan ordinario que hasta la indignación moral por los indultos de turno suena falsa, con una Constitución que hace la misma función que la pegatina de la Itv en la luna del coche, y sólo es un hablar, porque la pegatina, si no la llevas al día, te cuesta noventa euros de sanción, mientras que la Constitución puede saltársela el gobierno con el apoyo incondicional del cuerpo social que lo sufre, que ahí reside la grandeza de mandar sin separación de poderes, cuando el designado (no elegido) para el mando legisla, juzga y ejecuta (“para sentirse más asentado, valga la redundancia”, como dice Morientes en el fútbol)."
Ruben Gisbert critica las opiniones de tertulianos que sostienen que la muerte de Isabel II supondrá el final de la monarquía inglesa; recuerda que la forma de estado del R.U. es la monarquía, y la forma de gobierno el parlamentarismo, en el que el verdadero poder político recae en el parlamento, que puede derribar gobiernos, y formarlos, como se ha visto recientemente. La representación en dicho parlamento está encarnada en diputados de distrito elegidos uninominalmente a una sola vuelta. Gisbert señala cómo en el siglo XVII hay una lucha por el poder entre la monarquía y el parlamento, que acaba con la victoria de éste. La monarquía parlamentaria consiguiente es consecuencia del ansia de libertad y la voluntad de limitación y control del poder político que personaliza este parlamento representativo. Tradición esta de libertad que no se entiende en Estados de partidos como España, donde son las personas quienes constituyen y determinan las instituciones, como ocurrió con Franco y su instauración como sucesor de Juan Carlos I, saltándose la legitimidad dinàstica que representaba su padre.
Con motivo de la publicación de su libro ‘Feminismo e islam. Una ecuación imposible’, el doctor iraquí Waleed Saleh concede una entrevista a eldiario.es donde señala que "“Los partidos de izquierda deberían saber que el hiyab no es una prenda cualquiera, sino el símbolo patriarcal por excelencia. Se alude a que es un signo de identidad. ¿Por qué se lo quitan cuando las mujeres están solas? ¿Deja entonces de ser necesario un signo de identidad? ¿Y por qué tiene la mujer que llevar un signo de identidad, y no el varón? Porque cuando vienen, los vemos vestidos como occidentales, ultramodernos, con sus pantalones cortos y sus gafas de sol, y la mujer al lado metida en un saco negro, ¿por qué esa condena? Sería razonable que los partidos de izquierda lo pensaran y actuaran de otra manera. Yo no estoy en contra de que una mujer madura y consciente lleve el hiyab por su propia voluntad, pero sabiendo siempre lo que significa. Y tiene que saberlo todo el mundo: las sociedades, los partidos, las comunidades y la propia mujer que lo usa.", y denuncia el racismo subyacente a esta postura: "Para mí quiero una vida con libertades, puedo fumar en la calle o teñirme el pelo como quiera, ponerme un pantalón corto, una minifalda o un bikini, pero defiendo el pañuelo y el burkini para las mujeres musulmanas, y que el divorcio esté en manos del hombre. Es una actitud selectiva, racista, machista. Y es inaceptable desde el punto de vista de las libertades y los derechos."
Irene González piensa que la atroz realidad cotidiana impide ver la realidad de la llamada democracia en España: "Los niños no pueden estudiar en español en Cataluña. Los asesinos etarras son homenajeados en la calle por quienes ocupan las instituciones y en breve la Lehendakaritza. El PSOE indulta a quienes dieron un golpe de Estado en 2017 para mantenerse en el Gobierno, y porque su proyecto de España es compatible. La ocupación de viviendas es propiciada desde las Administraciones. La peor gestión de la pandemia con sentencias que declararon la inconstitucionalidad del ejercicio de Gobierno durante casi dos años. Son innumerables y demasiado atroces las distintas realidades. Quizá sea eso lo que impida ver con claridad, al menos reconocer, que la democracia en la que estamos no es tal." Pero quizás un último acto, según la excelente articulista, colme el vaso de la realidad que derrame sobre los españoles: "Para que la oscura realidad se ilumine quizá sea preciso un último símbolo de lo que no funciona, un acto aparentemente insignificante, incluso uno que denominen humanitario para que el español no acepte al PSOE ni su mensaje desde otros partidos. Quizá sea necesario un indulto a uno de los suyos [...] Este es el mapa desolador de la democracia a proteger por el que nos exigen pasar calor en verano, frío en invierno, entrar en guerra sin pasar por el Parlamento o aguantar que ocupen la casa “porque la ley dice”. Sacrificios algo distintos a los que tuvo que hacer el pobre Griñán. No dudo de su simpatía como persona, ni las razones de amigo, pero el apoyo a su indulto por parte de la élite nos ha recordado que las reglas, las leyes y la democracia son para los que no tienen contactos, para los de abajo. La ley ya no será el poder de los sin poder, sino la sumisión a unas reglas que imponen los que no no se someten a ellas. Quizá la monarquía sea una forma de Gobierno de otro tiempo, pero esta falsa y posmoderna democracia es el verdadero sistema anacrónico."
Ignacio Ruiz Quintano trata sobre la reciente manifestación en defensa de la enseñanza en español en Cataluña, y alude a las palabras del actual líder del PP, excacique autonómico que ha practicado en su feudo las mismas políticas de limpieza lingüística respecto al español que en las regiones regidas por partidos separatistas: "Los constitucionalistas españoles se manifiestan en Barcelona para que los dejen hablar en español en España, y Feijoo responde a su demanda: –Cuando estemos en el Gobierno vamos a aplicar todas las herramientas del Estado de Derecho para conseguir la cordialidad lingüística. Ser cordial, decía Santayana, es como alborotarle el pelo a alguien para alegrarle, o besar a un niño que no lo pide: “Se siente uno a gusto cuando eso acaba”. Besada Cuca y despeinada Cayetana, ¿qué hay de la Constitución? ¿Y de las órdenes del Supremo para hacer cumplir la ley? –La diferencia entre la norma constitucional y la ley: la ley garantiza el derecho de todos contra uno; la Constitución, el derecho de uno contra todos. Mas la Constitución española, añade el autor de “El discurso de la República” [Antonio García-Trevijano Forte], no garantiza los derechos individuales frente al poder de los gobiernos, y convierte en legisladores a unos grupos partidistas que legislan, por corrupción, en interés de unos pocos contra el de todos" [...] Feijoo tira de la cordialidad porque obedece a un drógulus [quimera], el pacto del 78 (una parodia del Directorio francés) que consagra “la perpetuación de una misma clase política mediante el sistema proporcional y la imposibilidad de controlar a los gobiernos”, que pueden confinar ilegalmente a la población y desobedecer a discreción al Supremo, reservándose para aquellos casos que se fueren de las manos la piadosa gatera del indulto, condenado por Francis Bacon: “La piedad es cruel cuando empuja a salvar criminales que deberían ser alcanzados por la espada de la justicia; es más cruel que la crueldad misma; porque la crueldad no se ejerce más que contra individuos; mientras que esta falsa piedad, al favor de la impunidad que procura, arma y empuja a toda la tropa de criminales contra la totalidad de las gentes honestas”. Contra los desmanes cabe recurso de manifestación."
A raíz de las recientes elecciones en Italia, Víctor Lenore trae a colación las reflexiones de Diego Fusaro y Pasolini: "¿Por qué se pone tan nerviosa nuestra izquierda con Pasolini y Fusaro? Básicamente porque saben que su antifascismo es una farsa y que resulta muy complicado que Meloni haga algo distinto a lo de siempre [...] Lo deprimente de estas elecciones italianas no es que participe un partido brutalmente antisistema, sino que apenas hay distancia entre unas formaciones y otras. Por eso es necesario exagerar las diferencias de forma grotesca. Fusaro lo resumía en esta frase: “La derecha acusa de comunismo a la izquierda, la cual -a su vez- acusa de fascismo a la derecha. La realidad es que nos encontramos ante un penoso juego de espejos. La derecha no es fascista, como la izquierda no es comunista: ambas son liberales y atlantistas”, resume.[...] ¿Qué muere entonces con el triunfo de Meloni? Termina sobre todo la farsa antifascista, esa con la que están tan cómodas las élites de izquierda porque les permite fingir que defienden la justicia social sin renunciar a ninguno de sus privilegios de clase. Además hablamos de un movimiento domesticado e impotente, que no ha logrado apenas nada desde 1945: ni frenar el ascenso del lepenismo, ni neutralizar el triunfo de Donald Trump, ni cortar el paso a Vox ni evitar que Meloni sea presidenta [sic] de Italia. El antifascismo también proporciona una coartada para detestar a toda la gente común que vota por esas opciones en vez de por la izquierda; ya sabemos que uno de los rasgos principales del progresismo actual es su menosprecio del pueblo llano. Iñigo Errejón suele decir que cuando la lucha política se plantea en términos de ‘fascismo contra antifascismo’ el vencedor siempre es el PSOE, una subordinación con la que muchos presuntos antisistema se sienten confortables. “Debatimos sobre el retorno del fascismo, pero en Italia es la era antifascista la que puede haber terminado”, tuiteaba hace poco Bustinduy. Tampoco es que perdamos gran cosa con el cambio."
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