domingo, 20 de octubre de 2019

VIRULENCIA PARTIDOCRÁTICA


Goya, Murió la Verdad, "Los desastres de la guerra"


La crisis del Ébola en España, de la que se cumple ahora cinco años, es una muestra del nefasto funcionamiento para la sociedad del Estado partidocrático, y que cualquier funcionario puede ver reflejado sin sorprenderse en su sector de la administración. Así, igual que pretendió descargar en el cuerpo sanitario la responsabilidad de cuidar de unos enfermos repatriados de esta enfermedad sin contar con los medios ni la formación adecuada, al cuerpo profesoral se le carga con la tarea de hacerse cargo de programas internacionales sin tener medios ni formación adecuada. Se cuenta para ello con los mismos profesionales que imparten la enseñanza ordinaria, a los que no se les proporciona ni medios adicionales ni la formación específica precisa en tiempo y espacio; es más, pueden sufrir la reducción cicatera de estos recursos, sin que los altos cargos políticos de la Administración renuncien a los objetivos de prestigio propio que se han propuesto, siempre dispuestos a descargar la responsabilidad de lo que ocurra en los funcionarios que están a pie de obra, con el chantaje mafioso de que "serán entre ustedes que evaluarán los resultados de su trabajo". Por ende, el reconocimiento a estos funcionarios de base no vendrá de la Administración partidocrática, que los trata como meros subalternos de los que desconfía, por haber accedido al Estado por principios de mérito y capacidad. De tal suerte, vimos que se descargó la responsabilidad del contagio a la persona infectada, que debía haber recibido una formación de entre 30 y 60 horas en vez de un cursillo de media hora sobre el traje protector -inadecuado por ende para el nivel de riesgo-, recibir una ducha desinfectante y contar con ayuda de otra persona a la hora de quitarse dicho traje, del que tuvo, en cambio, que despojarse ella sola sin ninguna medida profiláctica previa.

Ocurre en ocasiones que en sectores de la Administración que tienen contacto con la población y cierto contenido vocacional, como la sanidad o la enseñanza, el funcionario se acostumbra a estos abusos por cierto sentido de fatalismo, en el que no se sabe muy bien dónde termina el heroísmo y empieza el sometimiento voluntario. Pero esta realidad humana no hace sino resaltar la brutal brecha existente entre los grados inferiores de la administración del Estado y los superiores, los cuadros partidocráticos, dotados de un agudo sentido de casta. Así, el Consejero de Sanidad de la Comunidad implicada se permitió hacer declaraciones de una repulsiva inhumanidad, que él ya no siente, anestesiado moralmente como está después de décadas de pertenencia a la casta política partidocrática, costra incrustada en el Estado, del que forma parte y monopoliza. La soberbia desmedida de individuos como éste actúa como efecto del autoengaño compensatorio de la conciencia reprimida de pertenecer a una oligarquía parasitaria de la sociedad civil, a la que explota y, en el fondo, desprecia.

domingo, 6 de octubre de 2019

TUMBAS Y PACTOS





Sabido es que la expresión frecuentemente usada de "matar al padre" procede de las teorías psicológicas de Freud, quien la explica como el proceso en que el individuo se libera de la tutela paterna, desmarcándose de las creencias del padre y de su figura. Una aplicación simbólica de este concepto parece el desentierro del dictador Franco que el PSOE en el gobierno ha ordenado a través de una sentencia ad hoc del TS para que se produzca durante la campaña electoral, dejando el cadáver en una situación que podría llegar en el futuro a semejarse a la de Cromwell, cuyos restos fueron desenterrados y profanados después de muerto.

Y es que la inexistencia de una ruptura democrática con el régimen franquista, preconizada por su mayor opositor, Antonio García-Trevijano, y la consumación de una reforma superficial de dicho régimen, con la instauración de una Monarquía de partidos -pues a los españoles unas cortes legislativas que usurparon la función de unas constituyentes les impidieron elegir la forma del Estado-, sin separación de poderes, ni derecho de los súbditos a elegir libremente un representante político que no sea el que les viene ya impuesto por los jefes de los partidos estatales (características ambas de una verdadera democracia) ha llevado a la esperpéntica situación actual, en la que el inindependiente poder judicial, controlado por los partidos estatales, se presta a una pantomima que a nadie engaña.

El PSOE ha sido, sin duda, el partido estatal más beneficiado en el reparto de poder del régimen del 78, de suerte que el sucesor de Franco a título de rey se sentía especialmente cómodo con éste al frente del gobierno, mirando uno y otros al lado de su respectiva corrupción, elemento fundacional del régimen de poder de la partidocracia. Es, por tanto, la mala conciencia de su pecado original pactista con las fuerzas vivas del régimen franquista para organizar la reforma continuista de éste (del que subsisten en la actualidad el principio de separación de funciones, que no de poderes, y la falta de control sobre el poder ejecutivo por parte del legislativo y judicial, definitoria de la dictadura), lo que le lleva a ejecutar este acto simbólico de desenterrar al auténtico padre político de un sitio, (en el que parece, por otra parte, que nunca quiso estar, pero donde lo pusieron su Sucesor y Suárez en otro esfuerzo simbólico de entierro apresurado del pasado, en aras de la "reconciliación" -para echar mano a la bolsa ajena, como en la época de la Concordia francesa postTerror-), para dotarse, por un lado, de una la pseudolegitimidad que afirma, como hace el presidente actual, que así "se cierra el círculo de la [pseudo]democracia española", como si su partido no la hubiera controlado durante largos años, y, por otro, para movilizar a cierto electorado, provocando la furia de algunos nostálgicos.