domingo, 10 de noviembre de 2019

HOY VOTAS, PERO NO ELIGES A NADIE QUE TE REPRESENTE





Edward Kelty



Hoy votas, sí, y todo lo que te rodea te induce a eso (familiares, amigos, medios monotemáticos de comunicación), y te dicen que es eso lo que hay que hacer en democracia. No obstante, también se votaba bajo Franco (aquel cuya exhumación consideran sus hijos políticos como el cierre del círculo de la "democracia"; pura apariencia como lo que hicieron los sucesores de Stalin con los restos de ese otro dictador), ¿y eso era democracia?. Como tu más que verosímil respuesta será no, habrá que tener claro qué es la democracia, y cómo el sucedáneo que te ofrecen en su lugar te permite votar, como Franco, pero no elegir un representante para los dos poderes principales, el legislativo y el ejecutivo.

La democracia es una forma de gobierno en la que la nación legisla a través del poder legislativo, formado por diputados reunidos en un congreso o asamblea que proponen y votan leyes, que la nación luego ejecuta a través del poder llamado ejecutivo, cuyo presidente, que forma gobierno (que a su vez puede hacer propuesta de leyes al legislativo para su debate y eventual aprobación), debe ser elegido en elecciones separadas de las legislativas. A esta clara separación de poderes, se une el llamado poder judicial, poder presque nul "casi nulo" según Montesquieu, que se limita a aplicar las leyes, y que debe ser autónomo en la elección de su consejo de gobierno. 

En nuestra España neofranquista, en cambio, hay unas únicas "elecciones" en las que se "elige" a ambos poderes centrales: mediante un sistema electoral proporcional de listas de partido, en el que el votante no hace más que ratificar unas listas de candidatos creadas por un puñado de oligarcas de partido, estos diputados, que no son más que empleados del jefe que los ha puesto en las listas, una vez en el congreso legislativo lo eligen como candidato a presidente del ejecutivo en un juego en el que nadie pierde, pues el sistema proporcional asegura un reparto de cuotas de poder en el Estado, que es, en el fondo, lo que les interesa obtener a todos. Así pues, el votante del régimen partidocrático se ve totalmente desamparado, pues nadie habrá que represente los intereses de su distrito, y que procure llevar sus problemas a la Asamblea Nacional, produciéndose el espectáculo escandaloso de ver como diputado de Cádiz a gente que nunca ha vivido aquí, pues lo único que importa es completar una lista de fieles al oligarca de cada partido, por lo que su competencia y utilidad legislativa es superflua, ya que los proyectos de ley suelen hacerlos gabinetes especializados de empresas del IBEX, el verdadero poder, al que tanto los llamados partidos de izquierda como de derecha -todos en el fondo socialdemócratas pues viven en y del Estado- se someten, al tiempo que disimulan esta realidad haciéndose adalides de una política de "democracia social", que sirve mayormente para subvencionar a cuadrillas de adeptos.

Lo más trágico, en fin, es que el votante no se plantea siquiera esta forma de despotismo y parasitismo al que se ve sometido gustosamente, pues lo que hace con su voto es proporcionar dinero y puestos de trabajo a una oligarquía -que no élite-, que se constituye en el acto en clase política que mira exclusivamente por sus intereses, que identifica, al tiempo, con los del Estado. Y cree, a la postre, que con el solo hecho de haber votado, llevado por fobias ideológicas o por burdos cálculos de intereses, ha cumplido con su deber democrático, sin darse cuenta de que ahonda con cada voto en la fosa de su servidumbre voluntaria a un régimen que lo explota, y que es nocivo para su dignidad e intereses. De modo que, por lo pronto no votes hoy, y párate a pensar en que no cuentas con libertad política.

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