El Estado de Bienestar es cualitativamente una especie del Totalitario, bajo el engañoso pluralismo de los partidos y sindicatos burocratizados. Al arrogarse la responsabilidad y los deberes inherentes a la libertad política, pervierte la vieja concepción de la política como servicio a la libertad para la búsqueda del bien común. Los partidos políticos del consenso socialdemócrata se han convertido con el tiempo en el cáncer de la democracia. Agrupaciones de profesionales de la política, acceden a su través a la legislatura los peores hombres, y últimamente muchas mujeres. Sus miembros, cada vez más jóvenes e inexpertos, que buscan hacer una carrera profesional, son con excesiva frecuencia ignorantes y viles, maleantes y caraduras, vagos y cínicos que hacen de la política su profesión... Delincuentes que desprecian la vida, la propiedad, el Derecho y la Política, hacen hoy su carrera en los partidos políticos o en torno a ellos. Los más peligrosos son empero los resentidos y los que cultivan el resentimiento. Naturalmente abundan las excepciones personales, pero los otros marcan la regla e imponen el tono. Los políticos se producen como si fuesen la crema de la intelectualidad, remplazan a los doctores y profesores, aunque mucho mejor pagados y considerados que ellos, y pontifican sobre cualquier banalidad o estupidez.
En fin, partidos y sindicatos funcionan hoy como coaliciones de burócratas y chupópteros estatales. Algunos, o partes de algunos, son verdaderas mafias. Pero la sociedad cloroformizada -la sociedad del espectáculo de Guy Débord- aplaude el circo que le ofrecen diariamente y la entretiene; llegado el momento, aunque sin el menor entusiasmo, tal vez por resignación -o por la influencia de la imagen-, vota ritualmente. Los partidos, atentos a sus intereses y conveniencias, socavan y alteran taimadamente el orden social mediante continuas medidas de apariencia benéfica, protectora, pero nadie quiere ser responsable y se elude la auténtica decisión política. En el seno del Estado de Bienestar, cristalizan las élites del Estado de Partidos -consagrado en Alemania-, una figura distinta del «Estado de partidos de coalición lábil», pues supera cualitativamente la coalición mediante el consenso político: el consenso político, Ersatz del consenso social, falsifica la realidad.
Unidos por el consenso político, los partidos funcionan como los órganos de una dictadura impersonal: son la burocracia política de la sociedad política de la oligarquía formada por los propios partidos, las altas finanzas, la gran industria, los sindicatos, los intelectuales «orgánicos» y los poderes indirectos adictos. La cosa pública es el conjunto de sus intereses.
A diferencia del partido único, el Estado de un solo partido, los partidos no compiten para conquistar el Estado sino el Gobierno: se trata de aumentar la participación en la burocracia política para disfrutar mejor de los beneficios. Tenía razón Raymond Aron al afirmar que las sociedades modernas se caracterizan por la competencia entre las clases dirigentes. Los partidos son de hecho -y en algunos casos cínicamente de derecho- órganos del Estado. Éste incluso los financia, igual que a otros grupos como los sindicatos con sus legiones de «liberados», y las clientelas que subvenciona o subsidia aplicando el principio de subsidiaridad.
Los partidos, guardando la apariencia de legalidad y pluralismo, no se unifican, pues, bajo la fórmula del partido único como en el primitivo Estado Totalitario, sino bajo la del consenso político, a cuyo través monopolizan lo que Habermas y otros ateólogos llaman la «democracia deliberativa», que se ejerce mediante la «gobernanza», un método del totalitarismo democrático. Los partidos han dejado de ser el medio por el que la Sociedad penetra en el Estado. Ahora son el medio por el que el Estado penetra en la Sociedad. Hace tiempo que los políticos no la representan; representan al Estado y, para eludir sus responsabilidades, judicializan la política. Llama la atención que, en lugar de hablar de la sociedad libre, los políticos y sus afines prefieran decir la «sociedad democrática». ¿A qué forma de la democracia se refieren?
De hecho o de derecho, los partidos han llegado, pues, a ser órganos del Estado, dentro del cual simulan ser la esencia o espíritu de la sociedad a la que imponen sus pautas. Es así como el consenso social que la traba de manera natural, espontánea, en una unidad, es sustituido por el consenso político definido por los partidos que domina, controla y explota a las sociedades."
Dalmacio Negro Pavón. Historia de las formas del Estado: una introducción (Ensayo) (Spanish Edition) (Posición en Kindle3239-3258). Edición de Kindle.
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