Institut für Sexualwissenschaft, 1933 [Feuilleton blog]
Ignacio Ruiz Quintano recuerda los orígenes de la partidocracia europea: "La oligarquía de partidos-lapa en el Estado fue una imposición del ejército de ocupación a la Europa derrotada. Un sistema de control para la guerra fría: elimina la política (la conquista del poder) y la sustituye por el consenso (reparto del poder mediante pacto o corrupción). El pueblo no decide nada, pero se le vende que lo decide todo, y siendo necio, lo compra." Denuncia, asimismo, su falso bipartidismo: "Los ingredientes de la oligarquía de partidos son dos colas de león (coleo de derecha a izquierda) y muchas cabezas de ratón destinadas a la extracción de dinerales. Al colear de las colas por turno llaman bipartidismo, cuando ni siquiera sería turnismo, como el de la Restauración, que ya era malo, visto por Galdós [...] Bipartidismo es otra cosa. La grandeza americana de los Founding Fathers fue admitir el fracaso de su primera Constitución, confederal y parlamentaria, y elaborar la de la Convención en Filadelfia, federal y presidencialista, de elección directa y separada, invento que al reducir a dos las opciones trae por consecuencia el bipartidismo, que es, como la mayoría absoluta (enemiga de la oligocracia), un distintivo de la democracia." Frente a tales principios, la partidocracia desarrolló su propia respuesta inmunológica, el sistema proporcional: "Bipartidismo y mayoría absoluta constituyen anomalías graves en la partidocracia, de sistema proporcional, que el Régimen, que está muy bien vigilado, se apresura a corregir, y ahí tenemos las obras maestras de Podemos y de Vox como tapagrietas del montaje, que han conseguido devolver al corral a las churras y las merinas que se habían desengañado del cuento, con lo que hablar aquí de bipartidismo es ignorar bajo qué régimen político se vive. El sistema proporcional, que disuelve la conciencia nacional, da por sentada la imposibilidad de la democracia." Ruiz Quintano se pregunta, finalmente, si el presidencialismo (conditio sine qua non del bipartidismo y la división de poderes) es compatible con la monarquía: "–Una Monarquía presidencialista es democrática. Una República parlamentaria es oligárquica –concluyó el genial autor de la “Teoría pura de la República” [Antonio García-Trevijano] , que en el 74 entregó al Conde de Barcelona un proyecto constitucional de Monarquía presidencialista (nada que ver con “la monarquía futurista” de Yarvin) que a Maurice Duverger, con quien lo consultó Don Juan, le pareció “que habría hecho soñar a Benjamin Constant”. Poco nos suben los impuestos."
Ante la nueva "Ley de Memoria Democrática" pactada por el actual gobierno con Bildu, Irene González reflexiona sobre la indefensión de la sociedad civil frente al régimen partidocrático consagrado en la Carta Otorgada de 1978: "El sistema del ´78 en España no dota a los ciudadanos de las herramientas necesarias para protegerse de un Gobierno despótico, que lleva la vida de nuevo rico mientras legisla y actúa contra nuestros intereses como nación. Nada ha podido detener a Pedro Sánchez, que ha desvelado todas y cada una de las fisuras del sistema cavando hasta crear grietas estructurales. Muchos creen que el problema es él, no el PSOE, no un sistema que nos deja expuestos a los intereses y anhelos de un Presidente del Gobierno. En su propio origen la Constitución recogía y amparaba graves problemas actuales, que sólo necesitaban tiempo para revelar la insostenibilidad del sistema. La falta de separación de poderes, la partitocracia y la multiplicación de Administraciones a través de las Autonomías mientras se divide hasta su desaparición lo común, España."
Luis Riestra analiza la situación económica actual: "Vivimos una situación propia de un orden terminal que está destruyendo las naciones de Occidente, con lo que lo suyo sería ir a la raíz del problema, un tema que hemos tratado aquí extensamente. En nuestro caso, pensar que una partitocracia, que por definición no representa a los ciudadanos, va a tomar medidas de oferta que oriente la economía a las necesidades de los mismos es simplemente absurdo e ingenuo y el equilibrio sistémico vendrá por las malas. [...] El problema principal es la inflación, que afecta a todos, no una recesión que alivia la inflación y afecta principalmente a una parte. Por contraste, tras el cierre de más de 18.000 empresas (contribuyentes netos) y mientras las familias se ajustan y reducen o cancelan vacaciones, tenemos a la ministra 8M de viaje con su cuadrilla en el Falcon, un dispendio parasitario, como tantos otros de este Gobierno de salvajes, por el que, aunque le piden explicaciones, no responderá pues en las partitocracias la ideología está por encima de los ciudadanos, mientras se hacen millonarios a su costa con sus mentiras."
A raíz de la dimisión del primer ministro Boris Johnson en RU, Rubén Gisbert demuestra la imposibilidad de lo que ocurre en una monarquía parlamentaria como la inglesa pase en una monarquía de partidos como la española. El régimen parlamentario inglés, creado por el liberalismo y basado en el principio de la representación política, no conoce la separación de poderes como en la democracia representativa norteamericana establecida por sus Padres Fundadores, ya que son los miembros del parlamento los que eligen al jefe del ejecutivo; sin embargo, ese principio representativo conlleva que los diputados de distrito, más allá de las siglas de su partido, se sientan vinculados a aquél, en el que cuentan con oficinas de atención a los electores. Este vínculo representativo, al que se deben si quieren ser reelegidos, ha provocado que sean los diputados del mismo partido del premier saliente los que hayan precipitado su caída. Algo, sin duda, impensable en la oligarquía de partidos española (y europea) donde el jefe del partido actúa como un capo que ha colocado a todos sus diputados de obediencia obligada en listas cerradas y bloqueadas que los votantes (que no electores) no hacen más que refrendar, destruyendo cualquier posibilidad de representación, libertad política por parte de los electores y responsabilidad por parte de los representantes.
El economista Juan Ramón Rallo analiza la batería de propuestas del Gobierno en el reciente Debate sobre el Estado de la Nación, básicamente más impuestos para gravar los beneficios de empresas energéticas y financieras. El descontento popular por la inflación le lleva a buscar electoralmente un chivo expiatorio, pues ellos se enfrentan a los poderosos por usted. Pero tal falsa preocupación por el sufrimiento ajeno se demuestra en la falta de medidas complementarias para evitar que dichas empresas, de carácter oligopólico, repercutan dichos impuestos total o parcialmente en el consumidor, y, sobre todo, porque es principalmente el gobierno oligocrático el que resulta enriquecido con la crisis inflacionaria a través de la recaudación extraordinaria del IVA que se ha producido. Es, pues, esta facción del Estado la que se beneficia subiendo los impuestos a través de la instrumentalización de la inflación, en vez de tomar medidas como la deflactación del IRPF según la inflación. Pero esto, sin duda, iría contra la razón de Estado del régimen partidocrático: esquilmar a los súbditos para hacer al Estado todopoderoso y a la sociedad civil -a la que nunca ha representado- cada vez más dependiente.
Irene González incide en su artículo en una de las ideas-fuerza de la izquierda indefinida, la emergencia climática, y su capacidad para ocultar la nefasta gestión ajena a los intereses de la sociedad de parte de los gobiernos partidocráticos: "Últimamente nos piden que seamos creyentes de cualquier cosa, del feminismo, del cambio climático, de lo vegano, de la ciencia —que es como llama el PSOE a su último ideario. De todo salvo de Dios, al que hay que ocultar para esconder la nadería posmoderna. Incluso se ha extendido la denuncia de no creer ¡en las autonomías! Una ridícula identidad administrativa de carácter místico. No quieren votantes, sino feligreses. Estas acusaciones mediáticas y políticas se pronuncian en tono de profesional del visillo con la misma expresión: “Usted no cree”, “negacionistas”. La nueva generación believer, sin sueños y llena de miedo y fanatismo. Todo es una emergencia. No hay tiempo ni para el verano, en el que moriremos por covid o abrasados, según el momento en el que encienda la televisión. El delirio apocalíptico climático de Greta desapareció en cuanto llegó una emergencia de carácter real, como la pandemia. Y tras un tiempo de secuestro global por el miedo al contagio, el peligro del virus que vino de China dejó de ser una emergencia el día que un tanque ruso cruzó la frontera de Ucrania. Curioso que cada vez que la muerte se hace tangible, la emergencia climática se suspende. Pero no el estado de terror. Tras los años perdidos de la pandemia parece haberse decretado la segunda Intifada climática a fin de recuperar para la causa los fondos no extraídos durante ese periodo. La ofensiva es absoluta. Biden pretende decretar el Estado de emergencia climática porque el Congreso, que no controla, no quiere destinar los fondos a las medidas fundamentalistas que persiguen borrar la huella de carbono de la especie humana, borrando todo bienestar de la población, salvo el de la élite. Al ecologismo, al igual que al animalismo, le sobra usted en el planeta. El cambio climático es un mal que al parecer se combate con impuestos y sin acceso a la energía en el hogar. La pobreza es la solución. Criminalizar el bienestar es necesario ante la resistencia del hombre a morir en la miseria. Poner la calefacción te convertía en un criminal de guerra ruso y poner el aire acondicionado provoca incendios que matan [...] Bajar el aire acondicionado no va a limpiar el campo de maleza, pero destinar dinero público a estos servicios y eliminar la burocracia y las sanciones desquiciadas sobre el hombre en el monte, sí. “No nos dejan hacer nada en el campo, ni tener ganado, ni labrar, ni hacer cortafuegos”, decía desesperado un extremeño del campo. El cambio climático no ha matado a dos personas en los incendios, pero el ecologismo burocrático sí. Es hora de exigir responsabilidades sobre aquello que tienen competencias, que no es el clima, sino la gestión. La yihad climática no parece tener como objetivo salvar vidas humanas. Se difunden cifras escalofriantes sobre estimaciones de muertes por ola de calor y no altera la agenda del clima para evitar las mismas, sino que se utilizan como justificación. No se toman medidas posibles e inmediatas para evitarlas, como destinar fondos a que todos los hogares de zonas más expuestas cuenten con aire acondicionado o modificar la burocracia forestal. Los fondos están en las políticas de igualdad. Prefieren insistir en que apague su aire acondicionado para que en un futuro lejano e incierto quizá baje medio grado la temperatura global. No hay indignación en los medios de comunicación por estas muertes, son considerados mártires climáticos, meros testigos de su relato para justificar su causa, que no parece ser la nuestra."
Por otra parte, la veterana líder feminista Lidia Falcó, expone los peligros de la ideología Queer, la deriva más metafísica de la ideología de género (que viene a sustituir la dualidad 'alma / cuerpo' por la de 'género / sexo'), otro de los dogmas de la izquierda indefinida que le sirve para sustituir la lucha de clases por la imprecisable lucha entre otros segmentos sociales (hombre / mujer), o la defensa de las reivindicaciones de grupúsculos de carácter sexual, étnico, etc. para no enfrentarse al conglomerado económico-financiero, de cuyo capitalismo globalista es, a la postre, aliada: "La semana del Orgullo Gay ha constituido una olimpiada de triunfo y exaltación no solo de la homosexualidad -el lesbianismo, como siempre, ha quedado oscurecido por el exhibicionismo masculino- sino también de la llamada autodeterminación de género. Este es el estilo de los tiempos. Ya no hay distinción de sexos, ya no existe ni la naturaleza ni la biología ni la construcción corporal de la especie mamífera que somos los humanos. El postmodernismo ha venido a descubrir que cada uno se define y se presenta a sí mismo como su fantasía le sugiera. Este constructo lingüístico del género que pusieron de moda algunas profesoras universitarias estadounidenses, adoptado con enorme admiración y papanatismo por las nuestras, sirve para abolir la realidad. Con las nefastas consecuencias de que ya no se hace un análisis materialista de la realidad sino que el destino humano depende de las patologías mentales que hoy se han de considerar normalidades. A este monstruoso delirio están contribuyendo, muy eficazmente, los medios de comunicación más prestigiosos. Periódicos nacionales de amplia tirada y prestigio e incluso los medios públicos como Radio Nacional y Televisión Española. Con desprecio absoluto por la biología, la psicología, la anatomía y la fisiología humanas, realizan una continua campaña en defensa del proyecto de ley trans, que con ahínco digno de mejor causa la ministra de Igualdad -y aguanten semejante definición- defiende desde hace varios años. A partir de su aprobación, será posible que niños de 8 años cambien su inscripción de sexo en el registro Civil y después pueden sufrir el interminable calvario de hormonaciones o bloqueadores de estas, cirugías y mutilaciones, convirtiéndose en enfermos crónicos los que eran niños o niñas sanos. Y, a continuación, todas las interferencias en el mundo femenino por parte de varones que tienen la ocurrencia de querer convertirse en mujeres [...] Ninguno de estos medios contrasta la campaña realizada por los activistas de esa doctrina, considerados por portavoces de la verdad, con informes científicos ni con las denuncias que muchas víctimas están haciendo ya del calvario que han sufrido en su deriva transicional, ni con los argumentos que desde el feminismo se están realizando en contra de semejante agresión física y mental a las personas que han sido engañadas por la doctrina queer." No es de extrañar que tales posicionamientos se hayan vuelto los oficiales de la Partidocracia, pues le son muy útiles para ahondar más en enfrentamientos y divisiones en la sociedad civil, a la que parasita.
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